El futuro de la humanidad lo decide el azar
El miércoles por la mañana los Estados Unidos serán el cielo o el infierno, el paradigma de la reacción fascista o el paraíso del bienestar y la justicia social.
Si este próximo martes Donald Trump gana las elecciones estadounidenses con un 50,1% de los votos —contra un 49,9% obtenido por Kamala Harris—, Estados Unidos habrá demostrado ser un país atrasado, oscurantista, entregado a la extrema derecha. La visión de su bandera nos provocará rechazo, nos hará recordar el desprecio que siempre hemos sentido por ese imperio, recordaremos los peligros que amenazan a las democracias modernas. Es lamentable que en estos momentos de la historia, con el planeta más cerca que nunca de una tercera guerra mundial, los estadounidenses le hayan dado el poder del país más poderoso del mundo a un amante de las mentiras, un delincuente narcisista. No cabe duda de la miseria en la que está enterrada la sociedad estadounidense.
Si este próximo martes Kamala Harris gana las elecciones estadounidenses con un 50,1% de los votos —contra un 49,9% obtenido por Donald Trump—, Estados Unidos habrá demostrado ser un país progresista, ilustrado, abierto a un futuro ilusionante en igualdad. La visión de su bandera nos provocará simpatía, nos hará recordar la admiración que siempre hemos sentido por su fuerza civilizatoria, aplaudiremos su inequívoca y firme apuesta por la democracia moderna. Es esperanzador que en estos momentos de la historia, con el planeta más cerca que nunca de una tercera guerra mundial, los estadounidenses y las estadounidenses hayan elegido para liderar el país más poderoso del mundo a una amante del progreso, una luchadora altruista.
Un cambio en el 0,2% de los votos puede cambiar un 100% nuestra valoración de ese país. Y eso, además, teniendo en cuenta que el sistema electoral estadounidense es especialmente peculiar, ya que la asignación de los Estados para una u otro candidato se realiza globalmente al margen de la diferencia de votos obtenidos en cada caso, lo que hace todavía más indirecta la relación entre los porcentajes totales de votos obtenidos en el país y el número de congresistas de cada partido que finalmente viajarán a Washington. Pero da igual. El miércoles por la mañana los Estados Unidos serán el cielo o el infierno, el paradigma de la reacción fascista o el paraíso del bienestar y la justicia social. El 50,1% hace que el 49,9% simplemente no exista. Que no están los tiempos para andarse con matices.
Así que hoy domingo, a dos días vista de las elecciones, ofrezco a los lectores de EL HuffPost, en estricta exclusiva, el resultado de los comicios estadounidenses: empate técnico, un empate técnico tan ajustado que el dos o el tres por ciento que va a decidir al ganador dependerá de factores azarosos, es margen de error en términos estadísticos. Y la sociedad norteamericana es la que ya sabemos que es sin necesidad de conocer quién ocupará el Despacho Oval a partir del próximo enero. Conseguida la inmediatez y la equivalencia de todo gracias a la tecnología, las fuerzas en conflicto se encuentran igualadas en la foto de llegada. Estando las causas tan equilibradas, el futuro de la humanidad lo deciden los azares. Esperemos que en la moneda lanzada al aire salga la cara de Kamala Harris.