De 'La pasajera' a 'The Producers' o de la tragedia a la comedia sobre nazis
Dos musicales que ofrecen dos visiones de la misma moneda nazi.
Coinciden en Madrid dos obras de teatro musical de tema nazi: La pasajera de Weimberg en el Teatro Real y The Producers de Mel Brooks en el Nuevo Teatro Alcalá. Teatros que no están muy lejos y que la línea 2 de metro conecta directamente casi de puerta a puerta, lo que a cualquier persona aficionada al teatro musical debería permitirle transitar de uno a otro lugar sin problemas.
Dos obras que han generado la misma expectación. La pasajera por ser la primera vez que una ópera se acerca al sadismo político de Auschwitz. The Producers por ser capaz de hacer una muy buena comedia musical con flores, uy, perdón, con dardos al nazismo y a su máximo representante: Hitler.
Ambas silencian con su música y sus historias esa estupidez que se extendió por Occidente que tras los campos de concentración no se podía hacer poesía. Idea que ha condicionado todo acercamiento a ese período histórico se haga a través de estudios científicos y analíticos. Siempre que se exceptúen las épicas películas y novelas sobre huidas, resistencia y batallas contra el nazismo.
Evidencias científicas y épicas que no han conseguido ganarse los corazones de los seres humanos. De tal manera que los discursos en los que se excluyen a personas por su género, orientación sexual, raza, religión e ideas políticas siguen ganando adeptos y subiendo peligrosamente en la intención de voto en las democracias occidentales y asimiladas.
Solo por eso, estos dos grandes espectáculos merecerían ser vistos y oídos. La pasajera, con su endeble historia de amor imposible entre dos judíos en el campo de concentración. Con ese Auschwitz de telón de fondo que parece en algunos momentos un patio de instituto, en el que las amigas te acompañan en la desgracia amorosa.
Obra en la que los nazis dan risa, seguramente sin quererlo, porque ni la música ni la trama llaman a ello. ¿No es vergonzante oír a la protagonista nazi preguntarse por qué la odia la pasajera judía del barco, una de las mujeres que maltrató en el campo? ¿O la forma mecánica en la que saludan, ¡Hail!, o se comportan? Los nazis serán muchas cosas, pero no fueron tontos y tuvieron muy claro la importancia burocrática de ser serios en los ritos.
De hecho, estas y otras cosas hacen pensar que los nazis de La pasajera han salido de la desopilante comedia de The Producers. Donde se les ridiculiza sin disimulo. Y donde el gran Mel Brooks ideó que el nazismo es una muy mala comedia que, contra todo pronóstico, convertida en un glamuroso musical al que se le hubiese puesto mucha pluma podría tener un inmenso éxito en Broadway. Y algo de esto está sucediendo en la sociedad actual del espectáculo.
Sociedad que propone, por un lado, un producto como La pasajera que sociológicamente o desde el punto de vista de los estudios culturales se considera alta cultura, como si hubiese una baja. Motivo por el que se lleva al Teatro Real para montarla a lo grande para bastantes pocos días. Hay que reconocer que su bellísima reflexión musical y sobre la música de los lagers mediatizada por sus gerifaltes merece ser escuchada en las mejores condiciones. Y que la directora de orquesta, Mirga Gražinytè-Tyla, ofrece una excelente dirección musical y consigue hacer oír la percusión como nunca. Una directora que el próximo director musical del teatro no debería dejarse escapar y traerla más y más.
Otra cosa muy distinta es su libreto y su puesta en escena. El primero, como ya se ha dicho, mostrando muchas carencias. Tal vez, porque se quiere ajustar a los rigores del género operístico. En los que sin una desgraciada historia de amor con malos de por medio no se considerará, popularmente, una ópera. Convirtiéndose en una historia demasiado almibarada y, por lo que se sabe de cómo funcionaba Auschwitz, falsa. Al estilo de La lista de Schindler de Spielberg o de El niño con el pijama de rayas.
Frente a ella, The Producers ofrece todo lo contrario. Un guion milimétrico, de personajes llevados al límite de la parodia. Tan ridículamente humanos como interesantes. Sí, son peores cantantes que los del Teatro Real, pero son un buen elenco, de los mejores que se podría tener, para una comedia musical. Y que destaca en un aspecto. La diversidad corporal del cuerpo de baile o del conjunto de coristas. Lejos de esa imposición y normatividad que se suele haber en ellos. De sutilezas así está llena esta propuesta, como puestas al azar, sin intenciones. ¡Já!
Y, por supuesto, destaca Ángel Llácer, a pesar de no ser el protagonista, es la estrella porque tiene el carisma y el talento para serlo. Ahí está la escena de las audiciones para demostrar que como cabaretera y/o showman no tiene precio porque de base es un buen intérprete de teatro.
Sin embargo, en esta no es que falle la música que sale del foso orquestal, pero es cierto que suena como en sordina y con cierta rutina. Y eso que suena a un volumen que permite apreciarla, lo que es de agradecer en el panorama actual de Madrid, la capital hispana de los musicales. Una música que está escrita para ser tarareada, para ser popular. Canciones como Es posible, Hazlo gay o Flores a Hitler (el famoso y clásico tema musical Springtime for Hitler).
Dos musicales, sí, la ópera es teatro musical, hasta para Wagner, que ofrecen dos visiones de la misma moneda nazi. La pasajera, la deleznable cruz de los campos de concentración en la que se asesinaron a tantas personas por su condición de judío, gitano, homosexual, discapacitado, comunista, anciano, periodista y por cualquier cosa que no se ajustase a lo normativizado en su ideario. Siempre encontraban un motivo para cargarse a alguien y fueron capaces de razonarlo. Incluso de hacerlo legal, incluirlo en su legislación.
The Producers es la cara de la ridícula ideología nazi o fascista y del capitalismo en la que puede florecer, que sin tener en cuenta sus consecuencias, suena a chiste y que llama la atención que tanta gente (¿solo joven?) esté en la actualidad tomándose en serio.
Ambas son esa poesía que según Adorno no se podía hacer tras el Holocausto. Y que, sin embargo, es tan necesaria para ganarse los corazones de una sociedad que peligrosamente está derivando hacia la criminalización de algunos seres humanos por el simple hecho de serlo. Un grupo que, como señalaba Brecht en su famoso poema, empieza siendo pequeño o ajeno, pero al que poco a poco se van añadiendo otras personas, mientras uno se dedica a sus cosas, hasta que el mal le alcanza cuando ya no quede nada ni nadie para ayudarte a defenderte.