'Capi', el niño que soñó con ser productor

'Capi', el niño que soñó con ser productor

Tras descubrir a Pecos, Alejandro Sanz o Tijeritas, el productor Miguel Ángel Arenas, 'Capi', apuesta ahora por Daniel Da Silva mientras prepara un libro y una serie sobre la Movida.

Miguel Ángel Arenas.Archivo de Miguel Ángel Arenas

"¿Sabes? Solo soy un star-maker, un fabricante de estrellas", me advierte nada más empezar la conversación, pero mi vida da para una tesis sobre el éxito. Es medianoche. Ha elegido ese momento para la entrevista porque, según sus palabras, está más denso. No soy académico, aclara, sino singular. Singular desde que nació, añado yo. Su padre fue escultor; a su tío Antonio, cantaor y guitarrista, lo celebran los flamencos; su primo Chani tocó en Los Buenos con un hermano de John Mayall; otro tío, empresario de revistas, lo llevó al Price. En esa España del baby-boom, el niño Miguel Ángel tiene clara sus dos vocaciones: árbitro de tenis o productor discográfico.

"Yo escuchaba en mi casa que con Los Buenos, que en los 60 era, digamos, el grupo más underground, había venido un productor llamado Alain Milhaud. También sabía quién era Cesáreo González y conocí a Lola Flores. A mí, Manolo Caracol me cantó sentado en sus rodillas. Mientras mi tío Antonio salía a tocar con Antonio Molina, a Ángela Molina y a mí, que éramos bebés, nos dejaban detrás del escenario en la funda de esa guitarra. Todo eso, en aquellos años, era la modernidad".

Con dieciséis, presenta a Ariel Rot, que tenía la misma edad, a Vicente Mariscal Romero, en la discoteca M&M, uno de los nidos en los que se incuba la Movida. "Este chico vale mucho, lo hace muy bien", le dice. En ese momento, sin embargo, su apuesta es más ambiciosa: quiere lanzar un dúo en la estela de Las Grecas. Tras una noche de juerga, lo despiertan para presentarle a dos hermanos adolescentes que intentan abrirse paso en la música, se hacen llamar Pecos.

"No habían comido marisco en su vida. La madre, pobrecita, trabajaba muy duro para sacarlos adelante porque se había quedado viuda muy joven. Empezaron a cantar y al escuchar la voz blanca de Javier di un grito. No tenía ni idea de lo que había que hacer para sacar un disco, pero como había ido con mi tío Antonio a algún estudio, me puse a buscar uno y a un arreglista. A través de los exiliados que venían de Argentina, encontré a Juan José García Caffi. Como todo el mundo en esa época, Pecos quería hacer canción protesta. ¿Por qué no le cantáis mejor a vuestro barrio, a vuestras amistades, a lo que sentís en el colegio?, les propuse. Pedro, que es un muy buen compositor, hizo Esperanzas, el primer tema. Sin tener la menor idea dirigí la grabación, solo fijándome en los demás. Le pedí a García Caffi un sonido pop pero con toquecitos barrocos porque desde niño he sido de ir mucho a conciertos, de la vanguardia y de ver cosas. Bueno, con diecinueve años me presenté en la CBS y se rieron de mí, pero el director general, don Tomás Muñoz, les dijo coged esto y sacaron el producto sin ganas. Consiguió tres discos de platino. Luego me lo quitaron porque era un crío".

Para escapar del temido servicio militar, Capi, como ya le conocía todo el mundo, fingió estar loco, cobró el medio millón de pesetas que le pagaron de indemnización y se fue a Barcelona. Nada más llegar, encontró trabajo en Pachá-pop, una publicación de la editora de El Papus. Ganaba un sueldo al mes de casi 7000 euros de hoy por organizar un concurso de nuevos talentos que le obligó a visionar casi 14.000 cintas.

"Era un momento de evolución, llevaba por la noche una vida y por el día otra ‒recuerda con una cierta nostalgia. Siempre me ha gustado el mainstream y las vanguardias pero no las juntaba. Ahí es cuando Miguel Blasco, el segundo de abordo de Hispavox, apuesta por mí. Hispavox era entonces una compañía importantísima que, además, distribuía los sellos extranjeros más potentes. Sus dueños, los Vidal Zapater, crearon uno de los mejores estudios que había en Madrid, por donde lo mismo pasaban Cantores de Hispalis que Perales. Era una gran industria de centenares de empleados con todo el circuito, desde la grabación al prensado del disco y la carpeta. O sea, daban trabajo, ganaban dinero y se invertía. Allí conozco a los nombres míticos, a Trabucchelli, por ejemplo, o a Danilo Vaona. Blasco quería información de lo que ocurría en la calle, me dejó una cámara y cada mañana le entregaba las fotos que había hecho la noche anterior. Las revelaba Tony Luz, el ex marido de Karina. Y esta chica tan graciosa que lleva los pelos de colores, ¿quién es? Olvido, una amiga mía, cuando trabajé con Pecos estaba en el en el estudio B grabando con Kaka Deluxe. ¿Y estos? Mi amigo Javier García, la Mariposa Atómica, con Herminio Molero y con los Auserones. Tráemelos, que los vamos a fichar también. De ese modo llegaron siete u ocho grupos emergentes. Les hicieron contratos bastante leoninos. Por la noche ensayaban en el estudio. Así fue esa Movida de la que todo el mundo escribe como si hubiesen descubierto América".

Entre esos grupos que Miguel Ángel Arenas lleva a Hispavox hay un trío, formado por dos hermanos, Nacho y José María, y una amiga, Ana. A Gil no le terminan de convencer. Su segundo encarga una maqueta que acaba en manos de los ejecutivos de CBS. La condición de Nacho fue clara: yo firmo si está Capi, al que el sello convertirá durante una década en uno de sus cazatalentos. De esa tarea, saldrán los lanzamientos de Tijeritas, que llegará a vender más de cinco millones de copias, Arturo Pareja Obregón o Pepe de Lucía, amén del famoso Cantinero de Cuba, de Sergio y Estíbaliz.

Desde mediados de los ochenta, Alejandro un jovencísimo cantante de rumbas y sevillanas, que está aprendido a tocar la guitarra con el tío Antonio, se introduce en el círculo de amistades de Capi. Al muchacho le gusta el estilo de Pareja Obregón en Sevilla pero también el heavy. Un día le presenta unas canciones que ha compuesto con la intención de ofrecérselas a Sergio Dalma. "Esto lo vas a cantar tú", replica el productor. Tras un intento fallido en Hispavox, como Alejandro Magno, acaba fichando por Warner.

"¿La gran obra de tu carrera es Alejandro Sanz?", le pregunto mientras intuyo que está dando una calada al cigarrillo. "Eh, que todavía espero sacar grandes obras", responde al quite.

"La Movida muere con Alejandro Sanz ‒añade. Yo quiero estar en esto, aunque sea poniendo cafés, me había dicho cuando cuando nos conocimos. En la vida todo es una evolución, él lo hace a diario. Alejandro siempre ha sido trabajador, ingenioso, sabe ganarse a la gente y poco a poco se fue construyendo el personaje que hoy es. Estábamos en la casa y sacaba una rumba, mira qué graciosa, Los chulos son pa cuidarlos. Contaba chistes con un desparpajo increíble, porque es un artista y cualquier cosa la hace bien, lo que sea. Los cuatro discos de Alejandro que más se han vendido los hizo conmigo. Cuando dejamos de trabajar juntos, sin que nunca hayamos olvidado quiénes somos uno para el otro, yo no tenía nada que enseñarle, ni él a mí. La gente tiene derecho a navegar sola y ha hecho canciones increíbles, pero como conceptos de álbumes, los cuatro primeros los tendrá que cantar de por vida. Desde Corazón partío, a Se le apagó la luz o La fuerza del corazón. Incluso el que hicimos en Londres con Nacho Mañó, que fue un desastre. Después de haber vendido cinco millones de ejemplares en el mundo, pasamos a trescientos mil porque la compañía quería refinar el producto. Vamos a darle prestigio, decían. Sí, lo pasamos divinamente, se gastaban los millones uno detrás de otro, pero un inglés no va a saber dar la voz y el guitarrista de Bowie, que imagínate lo que yo lo podía admirar, no sabía hacer los punteos que gustan en España, más a lo Queen. Me tuve que llevar a Pepe Robles, el de Módulos, que es un grandísimo músico y daba la clave en esas canciones. Aquí, como decía don Tomás Muñoz, ¿hay o no soniquete?".

Su última apuesta es Daniel Da Silva, un artista gallego-brasileño, también hecho a sí mismo, que tuvo que bailar en la calle para poder pagarse la carrera de danza. Capi ha rescatado uno de sus primeros éxitos, A-rri-qui-taun y le ha producido una tarjeta de presentación. Cada cierto tiempo, irán subiendo a las plataformas nuevos temas hasta que el público se familiarice con él y pueda competir con un álbum, según la estrategia que suele seguir ahora la industria. Aunque piensa que la mayoría de artistas jóvenes solo cantan "cosas tristes y de sexo", Arenas ve con optimismo el futuro.

"Qué pena que no voy a poder vivir otros treinta años más para ver cómo evoluciona, pero me gusta porque se consume mucho, aunque haya también más basura. Todos los viernes del año entran un millón de canciones en Spotify, es una locura. Al final lo importante es cómo ese otro 0,00001 suena y llega. Luego están las redes, el tiktok, el reguetón, la música latina, los grandes elefantes, todo va evolucionando según la imagen. La música está devaluada, pero genera más dinero que nunca. No hay inversión, hágalo usted en casa. Yo no soy productor de eso, soy como Orson Wells. Me gusta trabajar a la antigua. En casa escucho mucho la copla, me gusta el belcanto, la música barroca. Soy un amante de Liszt. Para mí los Beatles y los Stones son increíbles. Uno de Génesis es mi disco de cabecera, sin saber inglés porque con la dislexia nunca he podido hablar otro idioma. Me he muerto con Serrat, Sabina es amigo mío y lo admiro, pero Vainica Doble fueron las madres de todo, sin ellas no existiría Mecano ni Alaska. Yo he tenido la suerte de estar con Trevor Jones, he pasado una noche con Cliff Richard, he conocido a Michael Jackson y a Madonna, antes de que sacara su primer disco. Tengo tantas cosas vividas porque me ha tocado esa suerte. Este mundo me ha dado mucho y me ha hecho amar lo que hago. Paseando por Nueva York, Tomás Muñoz, que me quería de verdad porque fui el benjamín de aquella generación de productores, me dijo una vez: Mira, Capi, la música son siete notas, pero la palabra es infinita. Ahora tengo 66 años pero empecé con 17. Sé cuáles son mis valores…".

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).