Andalucía, tras el Congreso del PSOE
Es evidente que son los militantes andaluces quienes deben marcar su propio camino, pero también lo es que Juan Espadas, al frente de muchas voluntades conjuntadas, desempeña un trabajo de oposición duro que ha dado sus frutos.
El 41º Congreso del PSOE, que ha discurrido un tanto eclipsado por el tremendo turbión político que padece este país desde hace tiempo y por la catástrofe nada metafórica causada por la DANA de Valencia, ha servido para fijar una larga secuencia de posiciones ideológicas, útiles a medio y largo plazo, pero sobre todo para marcar una hoja de ruta estratégica que se basa fundamentalmente en el objetivo de ganar las elecciones municipales y autonómicas de 2027. Los analistas han observado que en su discurso de clausura, Pedro Sánchez hizo siete referencias directas a la importancia de ganar las elecciones autonómicas de 2027 y ocho a derribar a los “gobiernos negacionistas” que salieron de las urnas en 2023.
La principal crítica del primer partido de la oposición, la de que el 41 Congreso socialista ha sido «de resistencia» y no de auténtica generación de un proyecto político, cae por su propio peso si se tiene en cuenta que el PP no ha celebrado un congreso ordinario, de debate e ideas, desde 2017, ya que los congresos extraordinarios de 2018 y 2022 fueron para renovar los liderazgos de Mariano Rajoy y Pablo Casado tras sendas renuncias de ambos. El PSOE está lógicamente sometido a las servidumbres que siempre genera una coalición de gobierno, pero precisamente en este momento puede alardear de la importancia del paquete fiscal aprobado por todos sus socios hace escasos días, que ha dado paso al encarrilamiento de la negociación presupuestaria y que sitúa al gobierno en una posición favorable a agotar incluso la legislatura.
Lo urgente tras el Congreso de Sevilla es, pues, para el PSOE, la renovación de los equipos autonómicos para tratar de recuperar territorios en las próximas elecciones locales y regionales. Como es sabido, la convocatoria general será en mayo de 2027, pero varias comunidades se rigen por otro calendario: en Andalucía, en concreto, habrán de celebrarse las autonómicas antes de junio de 2026 (las últimas fueron en junio de 2022), y las gallegas, vascas y catalanas podrán demorarse hasta 2028. Los dos grandes retos del partido socialista en este proceso en ciernes se plantean en Andalucía y Madrid. En Madrid, la retirada de Lobato abre una etapa nueva, que parece estar encarrilada, y en Andalucía, Juan Espadas está hoy bien aposentado al frente del partido, aunque sector socialista no bien identificado y sin cabeza visible discute su idoneidad para recuperar la comunidad andaluza, uno de los feudos históricos del socialismo, tras la profunda crisis abierta por el controvertible episodio de los EREs.
Juan Espadas, un político de nivel —es también senador por designador autonómica y portavoz de su grupo en la Cámara Alta— que fue dos veces elegido alcalde de Sevilla, dimitió de su ciudad tras ser elegido candidato a la presidencia de la Junta y perdió las elecciones autonómicas de 2022 frente a Juanma Moreno. Pero la reanimación de un partido lógicamente desmoralizado y decaído por aquel escándalo fue rápida: recuperó en menos de un año más de 500.000 votantes, destacando los resultados de las elecciones generales del 23 de julio de 2023, donde la diferencia con el PP en Andalucía fue de apenas 125.000 votos, consiguiendo el PSOE-A un mejor resultado que el obtenido en las anteriores elecciones generales de noviembre de 2019.
El PSOE andaluz, que gobernó la comunidad hasta enero de 2019 —desde septiembre de 2013, la presidenta fue la socialista Susana Díaz— experimentó, además del trauma mencionado de los EREs, una gran fractura al presentar Díaz su candidatura a la secretaría general del PSOE frente al defenestrado Pedro Sánchez y sufrir una dura derrota el 21 de mayo de 2017. Díaz y sus aliados oficialistas representaban a un sector que, contra la opinión de las bases, pretendía favorecer la continuidad de Rajoy y evitar cualquier entendimiento entre el PSOE y Podemos. Obviamente, tras aquel traspiés, Díaz quedaba ubicada en una minoría que, con el paso del tiempo, ha desaparecido de facto en el ámbito federal.
Así las cosas, con este recuerdo en la memoria, conviene valorar también, antes de concluir el razonamiento, que Chaves y Griñán han visto revisadas sus respectivas condenas por el caso de los EREs, en el que no hubo lucro personal alguno y los argumentos de la condena fueron muy controvertibles. Los denostados lideres anteriores y no eran, no son, «corruptos», y han recuperado junto al partido que representaban la honorabilidad perdida. En este contexto, cuando el PSOE andaluz se ha reconstituido plenamente, habría que velar por el no retorno del germen de división que representaría la vuelta de Susana Díaz al escenario.
Es evidente que son los militantes andaluces quienes deben marcar su propio camino, pero también lo es que Juan Espadas, al frente de muchas voluntades conjuntadas, desempeña un trabajo de oposición duro que ha dado sus frutos: ha conseguido llevar al equipo de Juanma Moreno a los tribunales por los contratos de la sanidad pública andaluza, todo un logro que el PP andaluz ahora quiere y necesita tapar a toda costa porque puede ser germen del cambio en 2026. Asimismo, Espadas se identifica con un presente pletórico del PSOE y está mostrándose capaz de representar una continuidad a su propio proyecto que aporta creciente ilusión al PSOE andaluz, que vive con la esperanza de regresar al frente de los destinos de Andalucía en apenas dos años.