Los héroes que batallan contra la homofobia en Camerún
Roger, Esther, Pascaline y Marc son auténticos héroes en un país en el que son señalados con inquina en los medios de comunicación, repudiados en las calles y vejados en las celdas. Los cuatro dan la cara en una iniciativa del Projet d'Assistance et d'Encadrement des Minorités Homosexuelles.
Roger, Esther, Pascaline y Marc son auténticos héroes en un país en el que son señalados con inquina en los medios de comunicación, repudiados en las calles y vejados en las celdas. Los cuatro dan la cara, con nombres y apellidos, en una iniciativa del Projet d'Assistance et d'Encadrement des Minorités Homosexuelles (PAEHM), consistente en la difusión de sus testimonios para concienciar a la comunidad internacional sobre la homofobia en un país que se encuentra a poco más de 4.000 kilómetros de España.
Los relatos de los cuatro cameruneses emocionan e inquietan. Duele ver sus miradas cabizbajas, sus lágrimas y su desesperación por el rechazo social que existe hacia los homosexuales en un país en el que se alienta a través de los medios de comunicación que sean humillados con la difusión de sus rostros. Los cuatro han sufrido no sólo el desprecio de sus vecinos sino también el de sus propias familias. Han sido encarcelados, maltratados en las celdas y su futuro pasa por huir de Camerún o seguir adelante con la defensa de sus derechos con la colaboración de la otra gran protagonista de esta historia: Alice Nkom.
Nkom fue la primera abogada negra en Camerún. Lleva ejerciendo como letrada más de cuarenta años. Más de cuatro décadas en las que, pese a las amenazas e insultos, se ha destacado como una firme defensora de los derechos de la comunidad LGBT y ha librado un sinfín de batallas judiciales a favor de la democracia o la defensa del medio ambiente. Ella es casi la única esperanza a la que se aferran quienes han caído en las garras de un país que pisotea los convenios internacionales que ha firmado en los que se compromete a velar por los derechos de los homosexuales. Estas son algunas de las historias.
Roger Mbede, de 33 años, fue condenado a tres años de cárcel por enviar a otro hombre un sms con el siguiente texto: "Me gustas mucho". Estuvo entre rejas más de un año y actualmente se encuentra en libertad provisional a la espera de una nueva detención. En el vídeo difundido por el proyecto de asistencia a minorías reconoce que fue maltratado en la cárcel y que su familia le dio la espalda cuando conoció su orientación sexual. "En las emisoras de radio", apunta, "han llegado a pedir que me quemen, que cuelguen mis fotos en todas partes". Pese al dolor y a la rabia de quienes le consideran un enfermo, confía en que haya un cambio en su país, aunque también es consciente que la única opción que le queda a corto plazo es emigrar para no volver a ser encarcelado.
Abu Abelinga Esther, de 29 años, no puede volver a su aldea junto a su madre y su hija. Allí la consideran una enferma, una "bruja que corrompe a las niñas". Ha vivido un auténtico calvario desde que su primo la descubrió besándose con su mujer. Ha sido perseguida por la policía y forzada a vivir encerrada entre cuatro paredes para evitar ser apedreada por sus propios vecinos. Ella y su pareja Pascaline fueron arrestadas durante cuatro días. Hoy vive en Yaundé gracias al apoyo de Alice y pendiente de la decisión que adopte el Tribunal de Apelación de la Región del Sur.
"Mi madre", explica Esther, "llora cada vez que me llama. Dice que la insultan, que le dicen palabras feas por la calle. Mi familia sufre por este tema y me duele. Mi sueño es, en primer lugar, estar a gusto, tener un pueblo y vivir con gente que me acepte, a pesar de ser lo que soy".
Pascaline, de 26 años, vive escondida junto a sus dos hijas en una aldea de Camerún. Fue violada con tan sólo 14 años. "Me quedé embarazada, tuve una hija y después otra, pero no sé lo que es el amor con un hombre, de hecho no supe lo que era hasta que estuve con una mujer. Me castigo a mí misma intentándolo una y otra vez con hombres, pero siempre fracaso, la dulzura sólo la encuentro en las manos de una mujer. Mis padres, cuando se enteraron que era lesbiana, me echaron a la calle a mí y a mis dos hijas".
Fue detenida junto a Esther, su pareja. "Cuando nos detuvieron, nos dieron latigazos, nos maltrataron, pero siempre lo negamos, hasta que Esther terminó reconociéndolo. Cuando apareció Alice, recuperé la esperanza de seguir viviendo", señala Pascaline.
Hoy la acoge una familia ajena, mientras que la suya rehúye de ella. "Sé que con mis padres será difícil que entiendan mis sentimientos, pero tengo esperanza con mis dos hijas. Mi sueño es irme a un país en el que sepan lo que soy". Su caso, al igual que el de Esther, está actualmente en el Tribunal de Apelación de la región Sur.
Marc Lambert Lamba fue condenado a diez meses de cárcel por sodomía. "Privarme durante un año, 12 mes y 12 días, de mi libertad fue terrible. Uno de nosotros murió al salir de la cárcel, del VIH. Las condiciones alimentarias y sanitarias eran tan terribles que le causaron la muerte. El día que salimos de la cárcel lo llevé sobre mi espalda. Estuve tres días con él en el hospital. Yo lo cuidaba, porque su familia lo había rechazado. A los tres días murió", apunta Marc en el vídeo que se difundirá a partir del martes, día 9 de abril, por Quijada Producciones.
"Cuando los europeos", añade, "piden que la gente sea respetada por su orientación sexual, en África creen que es una nueva forma de colonización. Tuve el honor de participar en una conferencia de prensa con Alice Nkom. La primera pregunta que nos hicieron fue si la homosexualidad era una aportación de Occidente, si fue traída por los blancos a Camerún. Todos los que tomaron la palabra, dijeron que sí, que internet, el cable, el satélite, los viajes al extranjero, hacía que la gente adquiriera estas prácticas".
El Código Penal de Camerún incluye a los homosexuales y lesbianas junto con los pederastas en su artículo 347 bis. Un artículo por el que Marc fue juzgado en un proceso escabroso. "Mientras estábamos en la comisaría", explica, "llamaron a tres cadenas de televisión, que nos filmaron en contra de nuestra voluntad para salir en el noticiario. Cuando llegamos a la cárcel, a muchos nos golpearon con porras y con cinturón. El juez pidió, incluso, que nos auscultaran y nos hicieran análisis de ano para demostrar que éramos homosexuales. Pasamos 12 meses y 12 días en la cárcel. Fue muy duro. Algunos fueron violados. Pude solicitar asilo político e irme, pero me dije "no", si todo el mundo se va ¿quién hará algo ? No habrá nadie para trabajar. No, tengo que quedarme aquí, tengo que ayudar a los demás", concluye Marc.