¿Quién le teme a la RAE?

¿Quién le teme a la RAE?

Cada tanto, la RAE repudia los dobletes, desestima los neologismos, menosprecia expresiones con tal de seguir adelante con su lema fundacional: "Limpia, fija y da esplendor". Sin embargo, jamás una institución puede ocultar los cambios sociales y nunca nadie consulta un diccionario antes de gritar contra una injusticia.

EFE

Días atrás estuve en Chile; la razón fue una gentil invitación para ser parte de una charla denominada "Los pendientes para una comunicación no sexista", realizada en el marco de los sesenta años del Colegio de Periodistas chileno. Al finalizar el intercambio entre colegas, llegó la pregunta esperada: "¿Qué opina de las críticas de la Real Academia Española - RAE- a las estrategias no sexistas para el uso del lenguaje?"

Era claro que venía a cuento del todos y todas o de feminicidio/femicidio, entre otras expresiones no sexistas.

No tengo la intención de entrar en explicaciones sobre esos debates ni explayarme acerca de la economía que supone el uso del lenguaje. Tampoco abundaré en "el antojo de crear palabras nuevas" (así creyó apurarme un lector tras leer una nota donde narré el caso de un feminicidio, porque era un feminicidio)

¿Y qué opino yo de la RAE y de su oposición a las estrategias no sexistas? Considero que si realiza cada tanto declaraciones o comunicados, es porque algo del tema les ha comenzado a incomodar. No todas las palabras son simples construcciones lingüísticas; muchas encierran trampas filosóficas y políticas con las que se subordina la categoría mujer en la categoría hombre.

El lenguaje es humano, cambia y se adapta a las nuevas realidades. Antes no había presidentas, ahora sí; ergo existe la palabra: presidenta.

El lenguaje también cambia sus formas y la literatura castellana medieval lo atestigua con El conde Lucanor, que en algunas de sus líneas dice:

"Señor conde -dixo Patronio-, un omne paró sus redes a las perdizes; et desque las perdizes fueron caídas en la ret, aquel que las caçava llegó a la ret en que yazían las perdizes; et assí como las iva tomando, matávalas".

Entonces, ante esta evidencia indiscutible (porque nada tiene que ver con el sexismo), podemos afirmar que el lenguaje es una banda elástica y no una construcción inamovible.

Al igual que otras voces, no creo que esta discusión resida en un debate técnico, sino más bien -creo- que es ideológico.

Hasta hace poco la RAE decía de huérfano: «Dicho de una persona de menor edad a quien se le han muerto el padre y la madre o uno de los dos, especialmente el padre». A lo cual la doctora en Filología Románica y feminista Eulalia Lledó reflexionaba que "para los académicos, es peor que se les muera el padre que la madre". Afortunadamente, tras tantas y tantas críticas, en esta última edición, la RAE dice que un huérfano/a es una persona menor a la que se le murió el padre o la madre.

Hace poco tiempo, Darío Villanueva -director de la RAE- explicó que una palabra nueva es incorporada por la frecuencia y extensión de su uso. Quizás por eso y quizás porque el contador de crímenes de odio hacia las mujeres no deja de ascender, la RAE incorporó la palabra "feminicidio". Es que hace mucho que decimos que el feminicidio no es matar por amor ni por celos. Feminicidio es un crimen de odio.

En otro plano, vale subrayar que también se incorporó al diccionario RAE la palabra "empoderar", tan utilizada por los movimientos de mujeres y por el feminismo. Y define: "Del ingl. empower.1. tr. Hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido. U. t. c. prnl".

Cada tanto, la RAE repudia los dobletes, desestima los neologismos, menosprecia expresiones con tal de seguir adelante con su lema fundacional: "Limpia, fija y da esplendor". Sin embargo, jamás una institución puede ocultar los cambios sociales y nunca nadie consulta un diccionario antes de gritar.

En definitiva, es la sociedad la que puede limpiar de sexismo el lenguaje, es la que puede fijar las formas del decir y la que dará esplendor a cada expresión. ¿Quién le teme a la RAE? Yo no le temo.