Nuestro combate para salvar a la infancia de la violencia empieza en las prisiones
Said, que tiene nombre y apellido, para las autoridades penitenciarias mexicanas no alcanza siquiera a ser un número. No existe, es invisible, porque ninguna ley lo toma en cuenta, porque no hay políticas públicas ni programas de desarrollo para él, porque no hay recursos públicos destinados a las niñas y niños que nacen y viven en la cárcel.