Hace unos días, en un centro de estética, asistí a dos escenas que me chocaron enormemente. Cuando llegué, había una niña -de 10 u 11 años- haciéndose las manos y los pies. Poco después, otra clienta quiso reservar hora para depilar a su hija... de 8 años. Cuando la encargada se lo desaconsejó, la señora insistió.