¿Cuántas lágrimas derramé mientras veía a mis compatriotas renacer o morir? Ninguna. Como ninguna he derramado cuando escucho las historias más macabras, indignantes o dolorosas de boca de quienes las vivieron. No es común ver un periodista llorando en vivo por televisión. Pero las lágrimas están dentro y tarde o temprano se desbordan y nos ahogan.