Cuando se repasan los escritos de todos aquellos que, tras el fracaso de alguna de las muchas tentativas revolucionarias que ha sufrido el país, decidieron plasmar sus impresiones para que las generaciones posteriores no incurrieran en los errores que ellos habían cometido, se observa una repetida insistencia en la necesidad de conciliar, de acercar posiciones, de acabar con la polarización que, una y otra vez, tanto dolor ha causado a los españoles.