La sutileza no es cosa exclusiva de los franceses. En Hispania tenemos buenos contraejemplos, como Cabrera de Córdoba, el insigne coronista del reinado de Felipe II. Su hijo, el tristemente célebre Don Carlos, ya había nacido con varias taras y nunca le sobró salud. Pero cierta aciaga vez, a causa de una grave caída en una escalera hubo que intervenirle y con esta sutiliza lo contó el cronista real: "El cerebro del Príncipe mostró su lesión estando la voluntad menos sujeta a la razón y ajustada con la de su padre, y el cuerpo en menos buena conformidad de las partes y vigor, principalmente la espalda".