Al infierno (fiscal) y a la nada (financiera) están condenados los pobres paganos, los que con su nómina y su salario (a veces también con su conciencia recta y justa) pagan los impuestos debidos y contribuyen al mantenimiento de los servicios sociales y comunitarios básicos. Pero luego están los amparados bajo el amoroso manto de santa Thatcher y san Reagan, los buenos, los llamados a morar en el paraíso (fiscal).