Matteo Renzi es incapaz de ver que los italianos están hartos de ver un país gobernado -o mejor dicho, desgobernado- por los dos viejos partidos de siempre. En 2013 entró en el Palacio del Quirinal como alguien que prometía cambio, pero pronto resultó ser una versión más joven del viejo Berlusconi.
Si no hay nada que impida este negro escenario, lo que puede ponerse en duda es la pertenencia de Italia a la Unión Europea y a la zona euro. En cuanto se publicaron los primeros sondeos que daban vencedor al no, el euro comenzó a caer.
El voto del "No" expresa el deseo generalizado de que los políticos pongan los pies en la tierra. Los ciudadanos quieren que se arremanguen y se ensucien las manos. Y que vuelvan a escuchar a las personas, a prestar atención y a centrarse en gestionar a los ciudadanos, no a personas imaginarias.
Del mismo modo que David Cameron se lanzó de forma más que arriesgada al referéndum sobre el Brexit, Matteo Renzi se aventuró sobre una resbaladiza pista sin poder controlar los mandos de esta máquina infernal que finalmente se ha cernido sobre él.