La crisis política generada por la moción de censura del primer ministro francés supone la constatación de un fracaso doble: el de no dialogar cuando el escenario está fragmentado y el de acercarse a radicales de derechas, rompiendo el cordón.
Las mociones de censura impulsadas por La Francia Insumisa y la Agrupación Nacional han salido adelante. Es la segunda vez en la era moderna que el Parlamento tumba un Ejecutivo por la vía de la moción. Macron, entre la espada y la pared por tener que buscar nuevo candidato a primer ministro en posición de minoría parlamentaria.
Las izquierdas y la ultraderecha han prometido su voto contra Michel Barnier, lo que obligaría a Macron a dar el enésimo volantazo en un momento más que complejo. Pero de aquí al miércoles todo puede cambiar.
El antiguo comisario, conservador, se queda con el cargo pese a que la coalición de izquierdas fue la que ganó las elecciones legislativas hace dos meses.
Se acabó la tregua olímpica: Francia necesita elegir a un jefe de Gobierno pero la coalición progresista, vencedora en las legislativas, no tiene la absoluta. El presidente liberal les ha rechazado a su aspirante y la respuesta es salir a la calle.
Una portavoz de La Francia Insumisa tiene "dudas" sobre si el presidente liberal va a respetar el resultado de las elecciones legislativas del domingo.
El levantamiento popular frena a la ultraderecha pero deja la Asamblea hecha un sindiós, con tres grupos incapaces de tener mayoría. La batalla contra los radicales se ha ganado, pero queda la guerra: han logrado datos históricos en el parlamento.
La Francia Insumisa, los socialistas, verdes y comunistas tienen de margen hasta el domingo 16 de junio para cerrar la alianza de cara a las elecciones legislativas convocadas para el 30 de junio y 7 de julio en todo el país.
El líder de la Francia Insumisa ha forjado un bloque inédito con el que contrarrestar el poder de Macron e impulsar un paquete social, con las legislativas como horizonte.