Johan Cruyff fue un emigrante. Muy cualificado, eso sí. En su época como futbolista había cupos estrictos de inmigrantes (dos jugadores extranjeros y dos oriundos). Y él se asentó en Barcelona y, con el tiempo, pasó a ser holandés, español, catalán, europeo. La suya, como la de tantos otros, es una historia de identidades múltiples, complejas y mezcladas.