La marca "Je suis Charlie" circula fuera de Francia por medio mundo sin que el Instituto de Propiedad Industria francés pueda controlar todos los usos que se hacen de la frase (en Argentina, sin ir más lejos, se han visto centenares de carteles que proclaman "Yo soy Nisman"), ni aún en realidad oponerse a ellos, aunque tengan fines comerciales.
Claro que puedes decir y sentir que no eres Charlie, pero esta afirmación no debe poner en entredicho el fundamental derecho a satirizar y desacralizar cualquier idea, pretendiendo promover la censura o, peor, encerrar la peregrina idea de que lo sucedido en París fue merecido.