Irse a vivir a Italia, particularmente a Roma, no es precisamente una invitación a la tristeza ni a la melancolía, sino todo lo contrario. Por fin descubrir una ciudad y un país que no nos es nada ajeno, que sentimos muy cerca de nuestra cultura y donde por fin tendremos oportunidad de estudiar con tranquilidad cada obra de Bellini, Raffaello, Miguel Angel y tantísimos más, sin tener que ir corriendo de museo en museo sin detenernos en esa pieza sobre la que que nos hubiera gustado aprender el porqué, el cuándo y el cómo se hizo.