En determinados lugares han optado por limitar el número buceadores en una zona de inmersión a lo largo del año. Por ejemplo, en un arrecife de coral de las Islas Vírgenes han establecido un máximo de 500 buceadores por punto de inmersión al año. Y es que una vez una zona de buceo se ha visto afectada por la excesiva presencia del ser humano, son necesarios varios años para que vuelvan a su estado inicial.