Hay títulos que marcan una época y, para mí, Nada es uno de ellos. La pesadumbre y el tremendismo que encontré en esta obra me cautivaron en mi adolescencia. La Barcelona que retrataba (esa gran ciudad que pisaban los "zapatos vagabundos" de su protagonista), me resultaba entrañable y reveladora, tanto que todavía hoy conservo su recuerdo.