La situación de Syriza es síntoma de la situación de quienes dicen apostar por el cambio, pero no están, decididamente, dispuestos a pagar el precio: hay quienes quieren hacer una tortilla habiéndose impuesto, paradójicamente, la línea roja de no romper ni un huevo.
El plan es políticamente tóxico porque el fondo, aun domiciliado en Grecia, será administrado en realidad por la troika. No tenía por qué ser así. En un punto de inflexión de la historia europea, nuestra innovadora propuesta alternativa fue tirada a la papelera.