Semblante serio, tono de voz alicaído pero gentil como cada vez que atiende a la prensa. Así se encontraba tras el partido -empate a dos ante el Sunderland- que supone el adiós casi definitivo de su equipo -el Manchester City- en la disputa por una Premier League que se empieza a teñir de rojo.
Messi e Inglaterra no se llevaban bien hasta ayer. El argentino era un jugador irreconocible cada vez que pisaba las islas. La historia cambió anoche y quizás para siempre. Un pase genial de Iniesta enfocó al 10, quien se plantó delante de Hart y forzó que Demichelis tuviera que derribarle por detrás.
Opositaba el Manchester City a campeón de grupo -a expensas de lo que sucediera dentro de dos semanas en el Allianz Arena de Munich-, si bien cualquiera diría que el partido se convirtió en una china en el zapato de los locales por lo que se vio a lo largo del encuentro.
El Manchester City derrotó al CSKA (5-2) más por la fuerza que arrastra a un equipo en una dinámica positiva que por méritos propios. Los demeritos del rival fueron innumerables. Si alguna vez hubo partido, se acabo en el minuto dos.