Cuando llegué a casa de Sebenele, una cabaña pequeña situada al final de un sendero polvoriento, me recibió con una enorme sonrisa. Le pregunté por el colegio, por las asignaturas que le gustaban, por sus futbolistas favoritos y por lo que quería ser de mayor. Me dijo que quería ser enfermero porque quería ayudar a los niños, igual que le ayudaron a él cuando cayó enfermo por culpa de la desnutrición.