Bastan un puñado de visionarios promotores y unos pocos miles de ciudadanos activos para que estas iniciativas fructifiquen en propuestas sostenibles en el plano ético, y viables en el plano económico. Quizás pasaron los tiempos de esto o lo otro. Los ciudadanos queremos esto y lo otro también.
A modo de pueblo galo que evita a toda costa la invasión romana, existen entidades que se han negado a seguir el modelo de gestión impuesto globalmente en el sector financiero: las cooperativas de crédito. Parece que seguir modelos menos arriesgados y más vinculados al desarrollo económico territorial puede ser la poción mágica para sobrevivir a las crisis.