Con grandes ventanales, cocina a la vista, plantas colgantes y mesas grandes y muy cómodas, este bonito establecimiento en Bogotá ofrece una carta larga y pensada para un público de todos los gustos, tan variada que aquí se puede venir casi cada día. Y tiene ese toque de gran técnica, modernidad y altísima cocina que impregna hasta la obra más popular de Ramón Freixa.