Y cómo no estar asustados
Es inevitable sentir miedo, estar asustados y preocupados, mientras digerimos el dolor por la matanza en Charlie Hebdo. Pero el miedo es también un mecanismo de defensa necesario para poner en alerta todos nuestros sentidos, y el más valioso de todos: la inteligencia. Y ella es la que nos dicta que para luchar contra el fanatismo no hay otra vía que robustecer los principios de libertad, de igualdad, de tolerancia y de respeto a la ley que son la base común sobre la que estamos construyendo Europa: una tarea que sigue exigiendo lo mejor de nosotros
Y cómo no estar asustados:
-Asustados ante el salvajismo de los terroristas que matan dibujantes, decapitan periodistas o tirotean a niños en nombre de un profeta que debe estar retorciéndose de dolor en su tumba.
-Asustados ante la constatación -una vez más- de que el yihadismo ha prendido en los banlieus parisinos, y por extensión, en cualquier barrio de cualquier ciudad, por muy a gala que tenga pertenecer a la flor y nata de la civilización. Se ha convertido en un perverso reclamo de gloria para quienes creen que nada tienen que perder.
-Asustados ante la incapacidad de ningún gobierno, occidental u oriental, laico o religioso, por sí solo o en coalición, de ofrecer una protección razonable a sus ciudadanos ante ataques diseñados para causar la máxima conmoción: las Torres Gemelas en Nueva York, los trenes de Atocha en Madrid, el Metro de Londres, una escuela de Peshawar, la redacción de un periódico en París, o un supermercado Kosher...
-Asustados ante el recorte de las libertades civiles que se avecina: más escuchas ilegales, menos garantías procesales, más controles, más fronteras, más operaciones encubiertas, más opacidad, más drones... "Escojan entre seguridad o libertad", nos dirán, mientras los recursos destinados a Defensa e Inteligencia se multiplican y adelgazan los dedicados a cooperación, educación o integración social, esas poderosas armas de civilización.
-Asustados ante la reacción a la defensiva, tan humana como visceral y peligrosa de los ciudadanos que miran a quienes llevan tiempo agitando el miedo y ahora no necesitan ni decir "¿Lo veis?" para que su populismo/racismo/islamofobia/antieuropeísmo/antisemitismo se expanda. Pienso en Le Pen, pienso en Pegida...y en tantos charlatanes con su catálogo de soluciones fáciles para problemas complejos.
-Asustados ante la hostilidad, abierta o sutil, a la que tantos musulmanes se enfrentarán desde mañana en su barrio, en su oficina, en su escuela, en su universidad: en España son un 3%, un 6% en Holanda -el país europeo de mayor población musulmana. Lean el post de Leila Alaouf, una estudiante franco-siria que cubre su cabeza con un pañuelo, y que explica en primera persona lo que se siente.
Es inevitable sentir miedo, estar asustados y preocupados, mientras digerimos el dolor por la matanza en Charlie Hebdo y las horas frenéticas y enloquecidas que siguieron... y que previsiblemente seguirán. Pero el miedo es también un mecanismo de defensa necesario para poner en alerta todos nuestros sentidos, y el más valioso de todos: la inteligencia. Y ella es la que nos dicta que para luchar contra el fanatismo no hay otra vía que robustecer los principios de libertad, de igualdad, de tolerancia y de respeto a la ley que son la base común sobre la que estamos construyendo Europa: una tarea que sigue exigiendo lo mejor de nosotros.
Ese es el mensaje que he leído hoy en los millones de ciudadanos que han salido a la calle en París, y en tantas otras ciudades. Yo también estoy asustada, preocupada... y decidida a dar batalla -con un lápiz, con un teclado- para que el miedo no nos cambie.