¿Mensaje de tranquilidad?
Hay muchas preguntas sin respuesta tras la confirmación de la auxiliar de enfermería contagiada por el ébola. Y sólo hay dos respuestas posibles: o algo falló en el protocolo que se siguió en el Hospital Carlos III, o los protocolos no sirven. Del Gobierno, de Ana Mato y de su equipo esperamos que actúen con serenidad pero también con eficacia, y que nos ahorren esos "mensajes de tranquilidad", esas afirmaciones propagandísticas -"el riesgo de contagio en España es casi nulo"-, para evitar no ya el ridículo, sino una alarma mayor.
"Quiero transmitir un mensaje de tranquilidad a todos los ciudadanos: contamos con profesionales sanitarios magníficamente formados para este tipo de situaciones y con la capacidad técnica y organizativa para hacerles frente" , dice Ana Mato, Ministra de Sanidad, ante el primer caso de contagio de Ébola que se ha producido en España... y en Europa.
Lo cierto es que la cara demudada de la Ministra nos ha trasmitido de todo, menos tranquilidad. Porque lo que acabamos de saber sobre la mujer contagiada de ébola demuestra no sólo que los profesionales sanitarios NO están lo suficientemente preparados y/o protegidos para atender esta emergencia, sino que nuestros responsables sanitarios y políticos tampoco.
Todo lo que ha dicho Ana Mato, parapetada tras los responsables sanitarios de su Ministerio y de la Comunidad de Madrid, es pura contradicción.
Si el ébola sólo se trasmite por contacto directo con las secreciones de la persona infectada, a través de fluidos -como han insistido en la comparecencia-, ¿cómo es posible que la auxiliar sanitaria que atendió al religioso Manuel García Viejo el mes pasado en el hospital Carlos III, supuestamente rodeada de todas las medidas de seguridad necesarias, resultara infectada?
Esa pregunta se está transmitiendo en estos momentos a una velocidad mayor aún que el propio virus, porque sólo hay dos respuestas posibles: o algo falló en el protocolo que se siguió en el Hospital Carlos III, o los protocolos no sirven. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y todos los países que están afrontando la epidemia también esperan una explicación.
Pero hay más preguntas que ni Mato, ni Vinuesa, ni Alemany, ni Pérez Santamaría, han sido capaces hoy de responder. ¿Cómo puede ser que una auxiliar de enfermería que ha atendido a un enfermo de ébola tenga los primeros síntomas el 30 de septiembre, estando de vacaciones, y que no haya sido monitorizada e ingresada hasta seis días después, a través del personal de urgencias de Madrid (SUMMA) -que no estaba preparado para atender estos casos-, y trasladada a un hospital -el de Alcorcón-, que tampoco es el de referencia para estas situaciones?
Son preguntas para las que no hay respuesta hoy, como ha quedado claro. Y tiempo habrá para valorar la actuación de las autoridades sanitarias al organizar la repatriación de los dos religiosos fallecidos hasta el momento, y para pedir la dimisión de Ana Mato si, como todo apunta, la gestión de los dos primeros casos de ébola tratados en España ha resultado no sólo ineficaz, sino peligrosa para el personal que directamente trató con los enfermos.
La alarma es inevitable porque ahora hay que vigilar estrechamente a quienes estuvieron en contacto directo con los dos primeros pacientes, y además localizar a todos los que han estado cerca de la auxiliar contagiada en los últimos diez días.
Del gobierno, de Ana Mato y de su equipo esperamos que actúen con serenidad pero también con eficacia, y que nos ahorren esos "mensajes de tranquilidad", esas afirmaciones propagandísticas -"el riesgo de contagio en España es casi nulo"-, para evitar no ya el ridículo, sino una alarma mayor.