El salto
"¡Va a saltar ya, va a saltar ya!" Los gritos de los niños y el aliento contenido de los mayores no te dejaban parpadear: con las miradas fijas en la pantalla, nadie quería perderse el momento en el que Felix Baumgartner desafiaba los límites y se lanzaba al vacío, a 39.068 kilómetros de altitud, para romper la barrera del sonido: alcanzó una velocidad Mach 1,24. Unos minutos después, pisaba de nuevo la Tierra. De pie. Y entero.
"¡Va a saltar ya, va a saltar ya!"
Los gritos de los niños y el aliento contenido de los mayores no te dejaban parpadear: con las miradas fijas en la pantalla, nadie quería perderse el momento en el que Felix Baumgartner desafiaba los límites y se lanzaba al vacío, a 39.068 metros de altitud, para romper la barrera del sonido: alcanzó una velocidad Mach 1,24. Unos minutos después, pisaba de nuevo la Tierra. De pie. Y entero.
Ha sido, sencillamente, emocionante. Como lo ha sido la conversación permanente de Felix con Joe Kittinger, el hombre que hasta ahora había llevado a cabo el mayor salto estratosférico: en 1960 estuvo en caída libre durante 4 minutos y 36 segundos, el único récord que su pupilo no ha superado. Kittinger, un viejo piloto de combate, retirado del ejército en 1978, es el único hombre que puede presumir de saber qué sentía Baumgartner mientras ascendía; por eso, cuando tuvo problemas con el casco, desconectó los micrófonos para poder hablar en privado con él sin que le escucharan los millones de personas que en todo el mundo seguían el ascenso. También conocía la claustrofobia del austríaco, que a punto estuvo de dar al traste con todo el proyecto. Por eso le hablaba continuamente, durante las dos horas y media que duró el ascenso y hasta el instante previo al impresionante salto.
El salto de Joe Kittinger.
Más allá de los récords, el equipo de científicos, médicos e ingenieros que han estado trabajando durante cinco años en el proyecto, patrocinado por Red Bull, esperan obtener información sobre cómo el cuerpo humano reacciona al romper la barrera del sonido o ante la despresurización en altitudes extremas, además de probar nuevos materiales con el globo de helio de plástico ultrafino o el traje presurizado de Baumgartner.
Su hazaña me ha recordado las últimas palabras del físico Stephen Hawking en el discurso que grabó para la Universidad de Cambridge en enero de este año, al cumplir los 70:
Hoy sólo se me ocurre darle las gracias a Baumgartner por no rendirse, por superar sus miedos, y por haber conseguido que, durante una tarde de domingo, hayamos mirado hacia arriba y no hacia nuestros pies.