Los papeles de Panamá: pruebas de la necesidad de un cambio

Los papeles de Panamá: pruebas de la necesidad de un cambio

Mientras vivamos en una sociedad que glorifique la riqueza y el poder, no debería extrañarnos conocer más casos de aprovechamiento para adquirir poder y riqueza. Pero en un mundo donde todos estamos interconectados y dependemos unos de otros, esa forma de pensar es letal social y económicamente.

REUTERS

El blanqueo de dinero y la evasión de impuestos no son ninguna novedad en el ámbito de las grandes empresas, de los líderes mundiales o de los ricos y poderosos. La historia de los Papeles de Panamá es la mayor filtración de datos de la historia que sacan a la luz 11,5 millones de documentos pertenecientes a la firma de abogados Mossack Fonseca. La BBC indicó que "en los documentos aparecen doce jefes de estado -tanto del presente como del pasado- y al menos sesentañ personas vinculadas también en los datos a anteriores y actuales líderes mundiales".

Pero, aparte de las impresionantes dimensiones de la maquinaria que deja al descubierto este asunto, el hecho de que esto haya pasado -y probablemente siga ocurriendo en otros lugares- no debería sorprendernos. En realidad, sería mucho más asombroso si una filtración así no expusiera tanta evidencia acusatoria. Mientras vivamos en una sociedad que glorifique la riqueza y el poder, no debería extrañarnos conocer más casos de aprovechamiento para adquirir poder y riqueza.

Se trata de un círculo vicioso y sin fin de la naturaleza humana que, a menos que sea extirpado, acabará con los magnates y con todos nosotros también. Para romper ese círculo, debemos replantearnos toda nuestra estructura económica y, por lo tanto, nuestra sociedad. El aislamiento y el narcisismo que impregnan todos los niveles de la sociedad son auténticos caldos de cultivo para la economía individualista. Pero en un mundo donde todos estamos interconectados y dependemos unos de otros, esa forma de pensar es letal social y económicamente.

Los psicólogos se refieren a la insatisfacción continuada con el término de "adaptación hedónica". Afirman que es "la inclinación humana a volver rápidamente a un nivel relativamente estable de felicidad a pesar de los grandes acontecimientos o los cambios en la vida". Por lo tanto, si cierro un acuerdo en el que gano mil millones de dólares, pronto me acostumbraré a ello y empezaré a buscar la siguiente gran emoción, es decir, otro negocio rentable.

En el Midrash(Kohelet), escrito hace muchos siglos, aparece una reflexión aún más contundente: "Uno no deja este mundo con la mitad de sus deseos satisfechos. Al contrario: aquel que tiene cien quiere doscientos, y aquel que tiene doscientos quiere cuatrocientos". Siguiendo esta lógica, en cuanto tenga mil millones de dólares querré otros mil, y cuando tenga dos mil millones querré otros dos mil. Y así sucesivamente.

Es precisamente ese rasgo lo que nos ha llevado a este innoble punto en nuestra evolución. Y el asunto de los Papeles de Panamá es la prueba de la profunda transformación que necesita nuestra sociedad.

Debemos imbuir en nosotros un sentido de pertenencia, de compromiso con nuestras comunidades, de preocupación por el mundo que nos rodea.

No hay duda de que hace falta una mayor regulación y leyes preventivas. Ahora bien, adoptar medidas legales y recaudar los correspondientes impuestos -aunque es ineludible- no va a resolver el problema de raíz. La astucia humana siempre va un paso por delante de la ley.

Por lo tanto, como científico que desde hace décadas ha observado e investigado la naturaleza humana, me gustaría exponer la que creo es la única manera de salir de esta situación:

Estamos conectados unos a otros al igual que los órganos de un cuerpo. Del mismo modo que el hígado no puede existir sin el corazón, el cerebro o el sistema vascular -y a los cuales asiste-, tampoco EEUU puede existir sin China, Europa o Rusia.

A una escala más pequeña, ninguno de nosotros podría existir sin el apoyo de la sociedad que nos asiste, nos proporciona comida, nos da trabajo y educa a nuestros hijos. No obstante, muy a menudo nos comportamos como si no fuéramos parte del sistema y pudiéramos hacer lo que nos viene en gana, siempre y cuando tenga cierto pase legal. El resultado es que nos sentimos solos e inseguros; así que no es de extrañar que muchas personas, buscando consuelo, recurran al uso "medicinal" de la marihuana y los antidepresivos.

La economía y, por ende, la sociedad del futuro tendrán que ser equilibradas y sostenibles. Debemos imbuir en nosotros un sentido de pertenencia, de compromiso con nuestras comunidades, de preocupación por el mundo que nos rodea. No debemos eximirnos diciendo: "Una insignificante persona no puede hacer nada al respecto: es el gobierno quien debe hacerlo". Tenemos que educarnos progresivamente en la aplicación de la consideración mutua, la solidaridad mutua y la preocupación mutua en todos los aspectos de nuestras vidas.

Un proceso así hará que disminuyan nuestros conflictos y que incrementemos nuestra sensación de seguridad y felicidad general. A medida que aprendamos a confiar en el apoyo de nuestras comunidades, la necesidad de sustentarnos a nosotros mismos desaparecerá.

Cuando este proceso tenga lugar -primero a escala nacional y luego mundial- la sociedad humana cambiará. La desconfianza y la hostilidad darán paso a la confianza y la cordialidad. Los fundamentalismos se disiparán a medida que la vida vaya cobrando sentido; el impulso de destruir se diluirá.

Si lo hacemos con convicción y determinación, podemos llevar al mundo a un lugar mejor; un lugar al que todo el dinero oculto en paraísos fiscales jamás nos podrá llevar.