Divinas palabras: el elusivo rescate
Los grandes banqueros centrales siempre han cuidado mucho sus palabras. No es así el caso de Draghi. Donde dije digo, digo Diego. Entretanto, el desasosiego y el sufrimiento crecen. Cada día, más parados y menos perspectivas.
Los grandes banqueros centrales siempre han cuidado mucho sus palabras. Aunque fueran dados a las elipsis y las metáforas, siempre acompañaban sus licencias literarias con acciones contundentes. Véanse los ejemplos del legendario Volcker, el ahora muy menguado pero siempre preciso en lo retórico Greenspan, o el clásico Tietmeyer. No es así el caso de Draghi. Un día asevera rotundamente que entre el euro y el precipicio se encuentran él y su Banco Central Europeo para echar un jarro de agua fría a los mercados y unos pocos días más tarde avisa de que España e Italia deben auto-declararse insolventes antes de que llegue ningún tipo de auxilio. Donde dije digo, digo Diego.
Entretanto, el desasosiego y el sufrimiento crecen. Cada día, más parados y menos perspectivas. Jóvenes que emigran, ancianos que no ven llegar el fin de mes, padres que ahora van a tener que pagar hasta para que sus hijos puedan llevarse su tupper al colegio, emigrantes que dejan de llegar... Y así un sinfín más de calamidades que se suceden unas a otras en interminable procesión.
Solamente quiero añadir una reflexión. El desaguisado europeo, este marasmo incomprensible que nos envuelve, es culpa de todos, no solamente de los derrochadores países periféricos. Sin el crédito fácil de los últimos años no hubiéramos podido hundirnos en la calamidad que nos asola. Sin la connivencia euro-germánica no habríamos llegado a esta situación límite. Aún así, siguen insistiendo desde los centros europeos de decisión que debemos auto-humillarnos ante todo el mundo y ante la historia, para que quede constancia de nuestros grandes pecados. El que esté libre de pecado, lance la primera piedra. Divinas palabras.