Medias negras
Esta mañana las he contado: en la media hora que dura el trayecto hasta mi trabajo, he visto doce. Doce mujeres con medias negras, tupidas, opacas. Las había jóvenes, estilosas, cincuentonas, desaliñadas burguesas... Las parisienses padecen lo que he decidido calificar como «síndrome de las medias negras».
Desde hace un par de meses se ha convertido en una obsesión. Miro las piernas de las mujeres. Sobre todo en el metro. Al principio, me hacia reflexiones del tipo "No ha tenido tiempo aún de depilarse; no tiene otra cosa, le da pereza pensar"..., pero las semanas pasan y el paisaje femenino no cambia.
Esta mañana las he contado: en la media hora que dura el trayecto hasta mi trabajo, he visto doce. Doce mujeres con medias negras, tupidas, opacas. Las había jóvenes, estilosas, cincuentonas, desaliñadas burguesas... Las parisienses padecen lo que he decidido calificar como «síndrome de las medias negras».
La explicacion evidente a este síndrome puede ser climatológica. Entre inundaciones y bajas temperaturas nos plantamos en el verano con una media de 19 grados y tres días de sol en tres meses. Dicho esto, una está harta de vestirse siempre igual, así que pese al frío, podríamos pasar a unas medias transparentes, o terracotta, esas que dan ilusión de bronceado.
La alternativa para engañar al frío existe, pero el ambiente no da para juegos de color. La media negra es un reflejo evidente de este periodo de oscurantismo, miedo y amenazas que soporta Francia.
El descontento social invade las calles, al menos una vez por semana, con violentas manifestaciones o con huelgas que dejan sin transporte público a miles de ciudadanos y llenan las calles de monstruosos atascos. Encima llueve. Sin parar. Hay que tener los nervios de acero.
El 21 de junio se celebró la entrada del verano con la tradicional «Fiesta de la Música». Para varia, nos mojamos. Da igual, hay que desafiar al mal tiempo y a los aguafiestas. En cada plaza, en cada bar había esa noche un concierto... y unas cuantas patrullas de policía rondando. La amenaza terrorista es permanente. En las terrazas, en los campos de fútbol, en las «fan zone» del Euro 2016.
Pero yo no diría que la gente tiene miedo. Es otra cosa. Es una mezcla de inquietud, de indignación, de tristeza y también de rebeldía.
Los franceses seguirán saliendo a divertirse, se sentarán en las terrazas, bailarán o escucharán música a todo volumen como un desafío al fanatismo, al frío y a la grisura.
Las chicas, que se pintan los labios de rojo intenso esta temporada, van a sonreír y a cantar en las noches de fiesta..., aunque la mayoría seguirá con las medias negras puestas.