Los momentos más gloriosos de sus señorías
Los periodistas parlamentarios hemos celebrado nuestra fiesta de entrega de Premios Anuales. Toda una tradición al estilo de la famosa cena de corresponsales americana pero en versión provincias. Se cumplió el guión. Cena aliñada con chascarrillos, estatuillas, bromas ácidas y recuperación de algunos momentos gloriosos de sus señorías.
En política ya hay que pedir perdón para reírse. No es una norma escrita pero funciona. Parece haberse instalado una combinación de sentimiento de culpa y temor al qué dirán, que no permite a los políticos soltarse la melena por muy festivo que sea el ambiente.
Los periodistas parlamentarios hemos celebrado nuestra fiesta de entrega de Premios Anuales. Toda una tradición al estilo de la famosa cena de corresponsales americana pero en versión provincias. Es cierto que por primera vez en casi 20 años los organizadores se plantearon cancelarla. Demasiados EREs, despidos fulminantes, redacciones reestructuradas y cierres de medios como para celebrar nada. Pero afortunadamente la decisión final fue mantener la gala.
Se cumplió el guión. Cena en el Palace -cada uno paga su cubierto- aliñada con chascarrillos, estatuillas, bromas ácidas y recuperación de algunos los momentos gloriosos de sus señorías.
El leoncito más valorado es siempre el que premia al Mejor Orador. En esta ocasión se lo llevó Ramón Jáuregui. "Cuestión de justicia histórica" decía uno de los asistentes. No sé si tanto, pero hay que reconocerle su doble capacidad, la de hacer amigos y al tiempo evitar enemigos, en profesiones de riesgo como la política y el periodismo.
La otra cara de la moneda es el Castigo de la prensa, es decir, el que más problemas genera a los periodistas por sus excesivas peroratas o sus reiterados silencios. Cuatro candidatos hicieron méritos en el 2012: Antonio Hernando, PSOE, Jorge Fernández Díaz, PP, Alberto Ruiz Gallardón, PP y Alfredo Pérez Rubalcaba, PSOE. Sólo el líder socialista tuvo el valor de aguantar personalmente el chaparrón, pero el ministro de Justicia se llevó la estatuilla en reconocimiento a sus reiterados "hoy no hago declaraciones", salvo en las contadísimas ocasiones en las que le conviene ser locuaz. Le tocó recogerlo a su directora de Comunicación, Elena Marín, asumiendo humildemente una derrota que no era suya.
Otro de los caramelos de la noche es el premio Luis Carandell. Con ese nombre sólo se puede reconocer algo bueno: la mejor relación con la prensa. Todos los finalistas nos habían conquistado con su amabilidad pero esta vez le tocó a Ana Oramas, la portavoz de Coalición Canaria.
Si de algún premio huyen los parlamentarios es del que delata al menos trabajador (Parlamentario Desconocido). Habitualmente los nominados son políticos que han pasado repentinamente del protagonismo al perfil bajo, una veces buscado y otras impuesto. (José Blanco, Esteban González Pons o el ex jefe de Gabinete de Zapatero, José Enrique Serrano). Le tocó a Blanco que no estaba en la sala y en su nombre dio las gracias la portavoz socialista Soraya Rodríguez que añadió un escueto "seguro que le va a encantar". En el reverso de la moneda, el galardón que destaca al Parlamentario Más Activo. Los elegidos siempre pertenecen a los grupos más pequeños porque su trabajo es más visible y suelen correr por los pasillos para participar en varias Comisiones a la vez. La gallega Olaia Fernández Davila (BNG) llevaba años aspirando al premio y esta vez se lo llevó.
Los candidatos son parlamentarios tanto del Congreso como del Senado pero la Cámara Baja suele acaparar también aquí el protagonismo. Sin embargo fue un senador el que recogió los aplausos más calurosos. Joseba Zubía, PNV, deja el escaño después de 18 años y lo hace reconocido como Senador del Año. Un ictus le deja sin fuerzas para seguir en política aunque mantiene intacto su sentido del humor. Dice que se va resignado a que las cartas que recibe en el Senado vayan dirigidas a una tal Doña Josefa Zubía aunque, añade, le consuela que en las de su compañero de escaño ponga "para Doña Ana Sagasti".
Pero salvando la intervención de Zubía, en los discursos de los premiados se percibía que estamos en un tiempo excepcional. Palabras contenidas, bromas minimizadas. Los políticos trataban de pasar desapercibidos por miedo al reproche, que nadie pueda pensar que con la que está cayendo los parlamentarios se divierten. Todo indica que a los periodistas nos preocupan menos las apariencias, bastante tenemos ya, y en el gremio no faltaron comentarios ácidos y parodias dignas del Club de la Comedia. Nada tiene que envidiar a los monologuistas profesionales nuestra compañera Cristina Pardo de la Sexta y sus preguntas lanzadas como dardos:
Casi tan ingeniosas fueron las preguntas seleccionadas como finalistas entre los cientos que anualmente los parlamentarios hacen llegar al Gobierno de forma oral o escrita. La cuestión ganadora del premio Pregunta del millón fue redactada con mucho mimo por la diputada de la Izquierda Plural, Laia Ortiz:
Cuando ya no quedan estatuillas en el escenario es el momento de poner a prueba el verdadero "talante" de sus señorías. En la pista de baile no hay cargos, escaños, fotógrafos, ni micrófonos. Es ese momento en el que tradicionalmente el portavoz de CIU se afloja primero la corbata y después... se desmelena. Durán i Lleida casi nunca falta al baile pero en esta ocasión una operación en su rodilla y otra en su formación política (el pacto entre CIU y ERC para gobernar Cataluña), le quitaron las ganas de marcha.
Otros cogieron el testigo bailando hasta el cierre "como si no hubiera un mañana". Pero lo había. El pleno comenzaba a las nueve y las imágenes dan fe de que dos de los diputados que resistieron hasta el final, (Joan Coscubiela, de Izquierda Plural y Xabier Mikel Errekondo de Amaiur) ocuparon sus escaños puntualmente. Lo que no me atreví a preguntarles es si les remordía la conciencia por haber bailado con tanto ahínco aquel tema que alguien coló en el repertorio: "Que viva España" de Manolo Escobar.