Señor rey don Juan Carlos
Hace unas semanas, la abogada de Manos Limpias en el caso Nóos, preguntaba si el "Señor rey don Juan Carlos" había intercedido a favor de su yerno. Al oído de cualquiera tendría que haber chirriado la forma en la que se refirió a Su Majestad, ya que se le presupone una cierta cultura sobre el tratamiento que se debe dar al Jefe del Estado.
Hace unas semanas, doña Virginia López Negrete, abogada del Sindicato Manos Limpias en el caso Nóos, le preguntaba al señor Matas si el rey Juan Carlos había intercedido a favor de su yerno en alguna ocasión. En sí, una pregunta casi normal en un juicio como éste.
La declaración no pasaría de ser una más de las muchas que hemos escuchado y escucharemos estas semanas. Pero al oído de cualquiera -y más si es de un protocolero-, tendría que haber chirriado la forma en la que se refirió a su majestad don Juan Carlos: "Señor rey don Juan Carlos".
Por ser abogada, se le presupone una cierta cultura y un cierto manejo del tratamiento que se le debe dar al Jefe del Estado, que no es casual. Si todos somos "señor don", algunos por el mérito o el cargo pueden ser "excelentísimos", "ilustrísimos", "altezas reales", o incluso "majestades".
Los tratamientos a la familia real están regulados por el Real Decreto 1368/1987, de 6 de noviembre, (Régimen de títulos, tratamientos y honores de la familia real y la regencia), cuyo artículo primero, nada más empezar, ya nos advierte de que el "titular de la Corona (...) recibirá el tratamiento de 'Majestad".
Se oye de todo... A doña Elena y a doña Cristina les apearon el tratamiento de "Alteza Real" con el argumento de que ya no son "familia real"; ¡y eso que ahí está el mencionado Real Decreto, que en el artículo 3 también explica que "los hijos del rey que no tengan la condición de príncipe o princesa de Asturias, y los hijos de este príncipe o princesa, serán infantes de España y recibirán el tratamiento de 'Alteza Real". ¿Es que han dejado de ser hijas de su padre? Una cosa es que el señor Urdangarín se refiera a su mujer como "mi señora", y otra, que su señora siga siendo infanta.
Y no es que lo de "señora" esté del todo mal. Una infanta es Alteza Real por escrito pero "señora" en una conversación. El tratamiento oral es diferente. Si nos dirigimos al rey o a la reina, lo haremos utilizando Majestad, Su Majestad, Vuestra Majestad, Sus Majestades o Majestades, o también, señor o señora; a la princesa de Asturias y las infantas/es, Alteza(s), Alteza(s) Real(es), Vuestra(s) Alteza(s), Su(s) Altezas, Su(s) Altezas Reales, y también señor o señora.
Y no les trataremos de usted, sino que utilizaremos la tercera persona: "¿Le apetece a la señora un café?". Y aunque nos tuteen, nosotros no podemos tutearles.
Hay un mundo entre estos tratamientos y el que el diputado de Izquierda Unida Alberto Garzón le da a don Felipe: "Ciudadano Borbón".
Nada impide que puedan cambiarse los tratamientos, aunque conviene recordar que, en el caso del tratamiento por ocupar un cargo, el "excelentísimo" o "ilustrísimo" no es de la persona que lo ocupa, sino del propio cargo: es "excelentísima" la alcaldesa del Ayuntamiento de Madrid, no la señora Carmena; es "ilustrísima" la subsecretaria de Justicia, no la señora Roldán.
¡Ay, protocoleros exagerados! ¡Si sólo se trata de mensajes políticos, subliminares" O... ¿cómo lo llaman ahora? ¿Postureo?