¿Y Siria?
No es por meter el dedo en el ojo; ni tan siquiera por dar un tironcito de orejas a directores de medios de comunicación, tertulianos varios o, Dios me libre, altas instituciones tipo ONU, Parlamento Europeo o similares que deciden qué es actualidad, con qué noticia tenemos que desayunar (y comer, y cenar) cada jornada, y cuáles hay que apartar por estar demodés o no ser de "rabiosa actualidad".
Que sí, que hay muchas cosas de las que hablar; que Trump está más guerrero que nunca con eso de que se acercan elecciones legislativas, que lo de Brasil y su "exótico" presidente recién elegido pone los pelos de punta; que la derecha más casposa se va haciendo sitio en todas partes del mundo; que parece que se frena el crecimiento y vuelve a aparecer el fantasma de la recesión. Y en España, bastante tenemos con lo que tenemos, con presupuestos sin aprobar, procés interminable, inquietantes juicios pendientes y año electoral en ciernes.
Pero, ¿y Siria? He mirado en Internet el mapa de la zona para ver si la habían borrado, si había desaparecido de la cartografía al tiempo que de la actualidad, de las noticias, los comentarios, las tertulias, los comunicados, las pomposas declaraciones en foros varios. Sigue ahí. Al menos sobre el papel. Y que sepamos, la guerra no se ha acabado. Igual es que ya no queda nadie a quien matar, y ningún edificio en pie, porque hace meses que no veo imágenes de hospitales derrumbados, de familias corriendo por las carreteras, de niños aturdidos y con miradas perdidas, de ciudades reducidas a escombros.
El caso es que, no sabemos si por agotamiento, tras casi una década de guerra, Siria ha desaparecido de nuestras vidas. Atrás queda esa imagen que nos sobrecogió, la del pequeño Aylan ahogado en una playa turca, la de una pequeña aferrada a su muñeca rota con las manos ensangrentadas y mirando al infinito. Quedan comunicados, de hace poco más de un año, como ese en el que la ONU afirmaba que miles de personas podían haber muerto de hambre en Siria durante el cerco o el asedio de zonas en las que vivían medio millón de personas. Y el posterior comentario del responsable de recursos humanos de Naciones Unidas asegurando muy serio que "está absolutamente prohibido matar de hambre como arma de guerra".
Entretenidos como estamos en otras cosas, nos hemos sacudido, como quien se quita el polvo de los zapatos, un problema de encima. Simplemente haciéndolo desaparecer de las portadas. Ya nadie se acuerda de dónde está Alepo. Ni Oms, ni Hama. Si acaso, de Damasco por alguna que otra lectura, y de Palmyra, por lo que tiene de exótico y porque de cuando en cuando se habla de la restauración de la mítica ciudad. Creo que ni yo me acuerdo de que una vez recorrí el zoco subterráneo, y vi amanecer en el desierto, me asombré ante las norias gigantes, o la gran Mezquita de los Omeya, y deambulé por ese pequeño pueblo en el que aún hablan arameo, la lengua de Jesús.....
Siria ya no tiene nombre, y su guerra, ni una mísera columnita en la sección de Internacional. Ni una imagen, que por aquello de que vale más de mil palabras, nos sacó alguna lagrimita tiempo ha.
Este post se publicó originalmente en el blog de la autora.