'Fringe' 5, o el drama familiar de ciencia-ficción
Pocas series pueden presumir de haber salido ilesa de mil batallas como Fringe pero, algún día, como le ocurre a todo buen soldado, tenía que llegar la retirada del frente. Y se ha ido con la cabeza más alta que baja, a pesar de todos los dimes y diretes creativos por los que esta ficción de la factoría de JJ Abrams ha pasado en los dos últimos años.
ALERTA SPOILERS: Si te atreves a leer la entrada sin haber visto el final de Fringe (FOX, 2008-2013), ya no hay tutía, ni reválida posible.
Pocas series pueden presumir de haber salido ilesa de mil batallas como Fringe pero, algún día, como le ocurre a todo buen soldado, tenía que llegar la retirada del frente. Y se ha ido con la cabeza más alta que baja, a pesar de todos los dimes y diretes creativos por los que esta ficción de la factoría de JJ Abrams ha pasado en los dos últimos años. Un tiempo, además, marcado por las constantes amenazas de cancelación por parte del canal estadounidense FOX que una Resistencia, en forma de fans entregados, ha ayudado a mitigar con un plan y método que ni el de William Bell y Walter Bishop en sus experimentos con el cortexiphan.
Tras una cuarta temporada decepcionante (en el que esa reescritura del tiempo sin Peter Bishop y la vuelta al esquema procedimental de la primera etapa no terminaron de cuajar), el showrunner Joel Wyman y su equipo de guionistas pidieron, tulipán blanco en mano, un voto de fe a la la audiencia durante trece episodios más para darle a la serie un final a la altura de sus personajes. Después de todo, la familia Bishop y sus allegados son la verdadera piedra angular que ha justificado que Fringe se despida con un centenar de capítulos a sus espaldas; no así su mitología, que ha ido replegándose progresivamente para expandirse sólo en cuestiones clave, como la de los Observadores. Y la sensación final es, si bien no perfecta, la de un cierre digno y bastante coherente con lo que habíamos visto en todo nuestro periplo a bordo de la serie.
Ya vimos pistas de lo que estaba guardándose en la nevera en ese episodio de alto riesgo llamado Cartas de tránsito (Letters of Transit, 4x19), donde se nos presentaba un mundo orwelliano presa de los calvorotas Observadores en 2036, y en el que la hija huérfana de Peter y Olivia (me niego a que un nombre tan feo aparezca en este blog) se dedicaba a combatirlos en la sombra alentaba por el recuerdo de sus padres y el resto de la División Fringe. Todo pudo haberse truncado ahí si la serie no hubiera sido renovada; después habríamos dicho adiós viendo cómo una Olivia ya embarazada se deshacía para siempre de David Robert Jones, pero sabiendo que la felicidad no le iba a durar demasiado. Cruel epílogo hubiera sido ése. Hasta ese momento, los Observadores habían permanecido como uno de los mayores misterios de la producción, unas figuras en apariencia neutrales que, sin embargo, ahora se presentaban como unos seres despiadados y totalitarios. Pero permanecían las preguntas basicas acerca de ellos: ¿de dónde venían? y ¿por qué eran como eran?
Aun sin haber entrado en demasiado detalles sobre la naturaleza de los Observadores hasta sus últimos compases (tal y como apunta Mo Ryan en su reseña), la quinta temporada ha respondido a esos interrogantes a la vez que ha llevado a sus personajes al límite de sus emociones. Así, se potencian más que nunca esas complicadas relaciones paterno-filiales que llevan poblando el universo Abrams desde Alias, en donde todo entendimiento parece perdido por un bienentencionado, aunque moralmente reprobable, acto de amor pasado del progenitor para con sus hijos que los acaba marcando sin remedio en la edad adulta. Walter Bishop y Jack Bristow, cada uno en su parcela y magnitud, cada uno con sus demonios, cruzaron la línea para salvar a Peter y Sydney, respectivamente, y luego se las vieron y desearon para lograr su expiación aun si esto significara separarse de lo que más querían cuando había llegado el momento.
Muchas veces hablo de lo que Fringe le debe a la serie de espías, pero es que hasta comparten habilidades reptilianas en lo que a sobrevivir a reseteos de la historia se refiere. Han podido gustar más o menos esos cambios, y se puede criticar la manera en que se han ejecutado, pero son una demostración de que si los personajes son los suficientemente sólidos en su fondo pueden estar por encima de cualquier mudanza de forma, escenario o tono a la que se someta a la historia (ahí están todas las adaptaciones modernas de clásicos). Y lo mismo pasa con el concepto de la ficción que, cuando es fuerte, es capaz de trascender la ausencia de un personaje en apariencia clave. Al principio de esta quinta entrega se oyó decir que Fringe había dejado de ser la serie que era y, hasta cierto punto, la afirmación era cierta, pero sólo a un nivel superficial. Comparado con que ocurre entre el final de la tercera y la cuerta temporada, el salto temporal de 20 años no supone un atentado directo al canon de la ficción como pudo haber sido el borrado de Peter que se quedó en una chusta pese a todo el riesgo que encerraba la idea. La diversidad de enemigos que estábamos acostumbrados a ver en el pasado se uniformiza en los Observadores y la compleja red de subtramas que se cruzaban como parte de un arco mayor se ha simplificado en un solo uno hilo conductor que queda claro desde el prinicipio: el plan de Walter para derrotarlos. Si de algo se le puede acusar a esta temporada es de volverse demasiado sencilla, pero la serie no recurre a elementos externos a su mitología sino que reutiliza los que ya tiene. Y las señas de identidad de una ficción se encuentran precisamente ahí.
La idea de la búsqueda de las cintas del pasado para construir el artefacto que habría de derrotar a los calvos no es más que una excusa para sostener el largo epílogo que ha sido una temporada plagada de autohomenajes a los "eventos Fringe" empezando por el inquitante Niño Observador que ya había aparecido en uno de los mejores episodios de la primera etapa de la serie, Alma de niño (The Inner Child, 1x15), y que ahora regresa como una pieza fundamental en el desarrollo de la trama al igual que nuestro amigo September, el Observador rebelde. Los últimos capítulos también han servido para decir adiós a grandes secundarios de la serie como Broyles y Nina Sharp, ya entrados en años. Muy dura y sorprendente fue la muerte de ésta última en el que para mí ha sido en uno de los capítulos más conseguidos del volumen, Anomaly XB 6783 (5x10), junto con el episodio siguiente, The Boy Must Live (5x11) -ambos capítulos aún sin emitir en español por Canal+- en el que se desvela por fin el gran misterio de September.
En este episodio se vuelve a hacer hincapié en la especial relación que une al Observador y a Walter y es, otra vez ( y van muchas veces), una clase de interpretación magistral de John Noble, un actor de capacidad inmensa, que, si no ha estado nominado a premios es por el pecado de trabajar en una serie de ciencia-ficción. El acto de amor que definió el destino de Walter en 1985 secuestrando al Peter del otro universo para salvar su vida comparte el mismo fondo que el de September/Donald y su hijo el Niño/Michael en 2036 si bien las consecuencias de ambas acciones son muy distintas. Y, con todo, al final es Walter el que acaba poniendo las cosas en su sitio viajando con Michael a ese futuro todavía más lejano en donde se originaron los Observadores. Las motivaciones que causaron el desastre de Walter y dieron comienzo al conflicto de la serie serían las mismas que habrían de resolver la amenaza final y, además, ejecutadas por el mismo personaje. No se puede decir que Fringe no ha cierre circular y coherente con su trayectoria.
Imagen del episodio, In Absentia (5x02). Foto: FOX
Pero no todo han sido aciertos en la temporada. La introducción de la hija de Peter y Olivia, Etta (mejor el diminutivo por el que la llaman que el nombre completo, al menos) prometía mucho, aunque se quedó en un mero instrumento al servicio de la subtrama de Peter y Olivia, que se volvieron a unir definitivamente en el dolor de su muerte a manos de Windwark tras haber comenzado la temporada distanciados. Se le puede achacar a la falta de tiempo en la temporada, pero todo pasó a tanta velocidad que apenas hubo momentos de reconexión familiar entre los tres antes de que muriera Etta, las posteriores locuras de Peter con la tecnología de los Observadores (enésimo intento de darle sustancia al personaje) y la reconciliación final con Olivia. Demasiado drama reconcentrado y, para rematar, más sufrimiento para el felpudo del serie que no es otra que Olivia, por supuesto.
La agente Dunham ha tenido un papel menos protagonista en esta quinta etapa que en las anteriores para pasar a ser un personaje más de apoyo; otra decisión discutible . Todo el centro de gravedad, por tanto, recae en los Bishop, aunque eso no es excusa para que no se la eche de falta en la significativa última escena del doble capítulo final (Liberty/An Enemy of Fate, 5x12-13). La imagen de Peter recibiendo el tulipán blanco es perfecta debido a las palabras que le había dirigido su padre en los instantes previos, pero ¿no habría quedado mejor un plano de los dos? ¿No es miembro de la familia después de ser cobaya de laboratorio, viajar entre universos, salvar el mundo, etc., etc., haberse casado con Peter y ser la madre de Etta?
Más allá de esos peros el final fue un coladero de nostalgia en donde no faltaron el regreso del Universo Alternativo, con Fauxlivia y Lincoln Lee en una escena al más puro estilo fan fiction muy graciosa, y, cómo no, la aparición estelar de la vaca Gene ambarizada, que coincidió con el momento lágrimas del episodio: "Es un nombre precioso. Astrid" ("It's a beautiful name. Astrid"). Después de haber escuchado a Walter decir "Astros", "Asteriscks" y "Aspirins", entre otras perlas, era la ocasión perfecta.
Antes de irse Walter agradeció a los que lo habían acompañado en su viaje y, de igual modo, el equipo de la serie no perdió la oportunidad de decir gracias a los fans por el apoyo que han dado a la serie durante su andadura, con un mensaje oculto entre el correo que le llega a Peter. Las irrisorias audiencias siempre pusieron a la serie más al otro lado que en este lado, y más emitiéndose en la mortecina noche de los viernes en Estados Unidos (todos los programas con peor audiencia se relegan a ese día) pero ha sido el esfuerzo de los entusiastas lo que ha mantenido a la serie a flote, ya sea viendo los capítulos en directo en FOX, en diferido gracias al sistema de grabación de vídeo digital, comprando los DVDs y extensiones del universo Fringe en otros medios, o dando la vara en las redes sociales cuando más contaba. William Bell dijo una vez "todo se repite en alguna parte" ("there is more than one of everything"), pero todos sabíamos que Fringe sólo hay una. Por ello valió la pena disfrutar de la experiencia y aficionarse a los regalices rojos.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de la autora Series a la parrilla.