Algo huele a podrido en Dinamarca
El factor que más ha radicalizado a la población danesa con respecto a la emigración, sobre todo islámica, fueron las polémicas viñetas de Mahoma, publicadas en septiembre de 2005 en el periódico Jyllands-Posten. La violenta reacción del mundo islámico contra todo lo danés estremeció a una población poco habituada a estos lances.
Ante los resultados de las últimas elecciones danesas del pasado 18 de junio, a uno le viene a la mente la ya tópica sentencia hamletiana. Con excepción de aquella turbia, sangrienta y ficticia imagen que de la corte danesa nos brindó Shakespeare en Hamlet, Dinamarca, por lo menos entre los europeos meridionales, siempre ha tenido una imagen de país amable, tolerante, liberal, generoso, solidario, pacífico...; un país de sirenitas de Copenhague, cuentos de Andersen y del existencialismo de Kierkegaard que tanto influyó en Unamuno...; un país pequeño que supo no humillarse ante la Alemania nazi con su rey, Cristian X, que no huyó al exilio y que, aunque se sabe que no es cierto, se mantiene viva la idea de que se puso la estrella de David en solidaridad con los judíos.
Declarado por Naciones Unidas en 2012 y 2013 el pueblo más feliz del mundo, con uno de los niveles de vida y un Estado de bienestar de los mejores de toda la Unión Europea, y uno de los índices de paro más bajos, el pasado 18 de junio, los daneses nos sorprendieron a todos convirtiendo a un grupo nacionalista, populista, xenófobo y euroescéptico, el Partido Popular Danés (PPD, Dansk Folkeparti), en la segunda fuerza política del país y la primera de la derecha, con el 21,1 por 100 de los votos logrados y 37 escaños en el Folketing. Un partido que decidirá la gobernabilidad de Dinamarca en los próximos años. Medios liberales como el periódico Politiken han manifestado su preocupación por la imagen que se pueda dar del país en el extranjero.
¿Qué es el PPD y qué ha pasado en Dinamarca para que se haya producido tal resultado? El PPD fue fundado en 1995 de una escisión del Partido del Progreso para preservar "la herencia cultural danesa". Su fundadora y dirigente, Pia Kjaersgaard, era una temperamental diputada de aquel partido. Desde un primer momento se significó por exigir un freno a la inmigración provocando no pocas polémicas con su encendida oratoria. Los "cabezas negras", como llamó a los emigrantes, son el "gran problema de la historia de Dinamarca" y lo comparó con las invasiones medievales sufridas por el país. En otra ocasión dijo que los "musulmanes son gente que miente, engaña y abusa".
Pese al rechazo de la prensa liberal y del cinturón sanitario que los demás partidos trabaron en su entorno, el PPD fue ganando votos elección tras elección, desde el sorprendente 7 por 100 logrado en las municipales de 1997 a las legislativas de 2001 en las que alcanzaron el 12 por 100 que representaron 22 escaños. En aquellos comicios la derecha liberal del Venstre no obtuvo los votos suficientes para gobernar y recurrió al PPD. Fue un paso muy importante en su carrera ascendente ya que esta alianza le dio el márchamo de respetabilidad política que le faltaba. Durante diez años, el PPD permitió que gobernasen los liberales de Anders Fogh Rasmussen, pero desde la sombra, con lo cual no sufría el desgaste del día a día político. A cambio de apoyar que salieran sus leyes y sus presupuestos, el PPD conseguía que el Gobierno pusiera en marcha medidas de su programa, especialmente con respecto a los emigrantes. De tal manera que lograron que en pocos años Dinamarca tuviera una de las legislaciones más restrictivas con respecto a la emigración de toda la Unión Europea. Por ejemplo, se prohibe a los daneses casarse con un emigrante menor de 24 años, se exige a éstos el conocimiento de la lengua nacional (sólo se da permiso de residencia a quien tenga trabajo y hable danés), se ponen trabas al reagrupamiento familiar de los inmigrantes... Unas 6000 parejas, formadas por un nativo y un emigrante, deben vivir en Malmoe (Suecia) y cruzar todos los días el puente de Oresund para ir a trabajar a Copenhague ya que el segundo no tiene permiso de residencia.
Su «gobierno en la sombra» terminó en 2011, cuando ganaron las elecciones los socialdemócratas. Al año siguiente, Pia Kjaersgaard cedió la jefatura del PPD a su mano derecha, Kristian Thulesen Dahl, de 48 años, padre de tres hijos con fama de intransigente, en política desde los quince años y que ha hecho toda su carrera en el partido desde que entró en el Parlamento hace veinte años. Éste le imprimió al PPD un tono más moderado, rebajando la agresividad contra la inmigración de su predecesora, y haciendo más hincapié en las cuestiones económicas y sociales, además de sacar pecho contra la Unión Europea. El resultado: el 26,6 por 100 de los votos en las elecciones europeas del año pasado, y el 21,1 de las últimas legislativas.
Parte de su éxito se debe al desgaste y descrédito de las formaciones tradicionales. Los liberales por sus políticas de recorte del gasto público y privatizaciones, unido a una serie de escándalos de su actual dirigente, Lars Løkke Rasmussen. Los socialdemócratas de la ex primera ministra Helle Thorning-Schmidt, que han vuelto a ganar estas elecciones pero sin los votos suficientes para gobernar, por el malestar causado con sus políticas económicas, no menos restrictivas que las de la derecha. Ante esta dinámica, Kristian Thulesen Dahl enfocó su campaña electoral presentándose como el paladín de la recuperación económica, prometiendo una subida del 0,8 por 100 del gasto público, invertir más en los servicios públicos y mejorar los subsidios de desempleo. Es decir, preservar el Estado de bienestar. Comparado con los demás partidos, es el que más ha hecho hincapié en la política social en estos comicios por lo que irónicamente el politólogo Ove K. Pedersen ha manifestado que estamos ante "un partido de extrema derecha social demócrata". Y ha sido clave en un país, que si bien no ha sido tan golpeado como otros por la crisis económica, ven que las condiciones económicas no son como antes de 2008 y que pueden perder su estabilidad laboral, económica y social.
El tema de la inmigración lo han tocado más los otros partidos que el PPD. Quizá porque sobre este tema, como dice su lema, "Du ved, hvad vi står for" (Sabes cómo pensamos). No obstante, el PPD ha propuesto reducir las subvenciones a los inmigrantes y asilados políticos pero para destinar estas partidas del presupuesto a aumentar las pensiones de los jubilados. Lo cual ha tenido un efecto inmediato: el 43 por 100 de sus votantes son mayores de sesenta años y obreros de bajo salario.
Otro de los pilares de su campaña ha sido el euroescéptico deporte de culpar a Bruselas de todos los males del país. El PPD quiere mantener la moneda nacional, la corona, y no integrarse en el euro; así como los puestos fronterizos con Alemania y Suecia que ya logró en 2011 haciendo violar a Dinamarca los tratados de Schengen. Siguiendo el ejemplo de Cameron en Gran Bretaña, el PPD ya ha anunciado su intención de que se celebre en Dinamarca un referéndum para decidir si el país sigue o no en la Unión Europea. También apoya la idea británica de reformar la Unión Europea que conlleva menos Europa federal y más nacionalización de sus políticas. Para el PPD, instituciones supranacionales como la UE o la OTAN, no han servido nada más que para secuestrar la soberanía nacional danesa. Su propósito, según Søren Espersen, responsable de asuntos exteriores del PPD, es recuperar competencias danesas cedidas a la UE y dejar que la Comisión quede reducida a tener un rol meramente testimonial. Su lema en las elecciones europeas del año pasado, en las que logró un sorprendente 26,6 por 100 de los votos, era "Mere Danmark, mindre EU, det er mugligt" (Más Dinamarca, menos UE, es posible).
Dicho esto, también hay que tener en cuenta que el euroescepticismo no lo ha inventado el PPD. Está latente en la sociedad danesa. Recordemos que el tratado de Maastricht se rechazó en referéndum y se tuvo que forzar la convocatoria de otro en el que se aprobó por escaso margen. En 2005, cuando había que votar el proyecto de constitución europea, ante las incesantes voces negativas, el Gobierno decidió no celebrar el referéndum. Y en cuanto al posterior tratado de Lisboa, se optó por aprobarlo en el Parlamento ante el temor de que fuera de nuevo rechazado en referéndum.
El euroesceptiscismo del PPD va acompañado del veto a la entrada de Turquía en la UE, especialmente porque se trata de un país musulmán. Curiosamente, tanto los postulados económicos como los euroescépticos del programa del PPD convergen en un mismo punto que es su principal objetivo político: frenar la inmigración, en concreto la islámica. El PPD mantiene que Dinamarca "no es un país natural de inmigración", que no quiere que se convierta "en una sociedad multiétnica» y propone que se corte drásticamente la acogida de inmigrantes para evitar "la islamización de la sociedad danesa". Como buen partido nacionalista, temen que una inmigración masiva que no se integra, ponga en peligro la identidad nacional danesa y su tradición cultural y religiosa.
Intentando comprender por qué cada vez hay más votantes daneses del PPD -y que muchos de los del Venstre o de los socialdemócratas tampoco están muy lejos de sus opiniones con respecto a la inmigración- diremos que Dinamarca es un país de 5,7 millones de habitantes de los que el 9,7 por 100 -cifra de 2011- han nacido fuera. Hace unos treinta años, Dinamarca abrió los brazos a la emigración. Su alto nivel de vida y sus elevadas prestaciones sociales atrajeron a una creciente emigración procedente del Este de Europa, gitanos rumanos principalmente, y norteafricana.
En los últimos años, los conflictos de Oriente Próximo han provocado que la emigración procedente de esta zona haya crecido en progresión geométrica. De 800 refugiados políticos que Dinamarca tenía en 1983 pasó a recibir 14.680 peticiones de asilo en 2014, más del doble que el año anterior. Por otro lado, por su historia reciente y su ubicación geográfica, los daneses, además de estar orgullosos de su lengua y su cultura, no han sido un pueblo acostumbrado a convivir con foráneos. Los relatos de Karen Blixen/Isak Dinesen siempre fueron considerados como un elemento exótico, al igual que personajes como la inuit de la conocida novela de Peter HøegLa señorita Smila y su especial percepción de la nieve. Tampoco ha ayudado para la convivencia en los últimos años algún polémico aspecto como el no poner un árbol de Navidad en algún barrio de mayoría musulmana para no herir su sensibilidad o evitar cantar villancicos en algún centro por la misma razón.
Hubo un antes y un después en la sociedad danesa con respecto a los emigrantes musulmanes, y fueron los atentados de las torres gemelas de Nueva York. Pero, sin lugar a dudas, el factor que más ha radicalizado a la población danesa con respecto a la emigración, sobre todo islámica, fueron las polémicas viñetas de Mahoma, publicadas en septiembre de 2005 en el periódico Jyllands-Posten. La violenta reacción del mundo islámico contra todo lo danés estremeció a una población poco habituada a estos lances. Incluso una portavoz de los liberales pidió a los musulmanes que se fueran de Dinamarca. Y el PPD, para echar un poco más de leña al fuego, reaccionó publicando viñetas similares en su revista Folkeblad.
Los atentados islamistas en Copenhague de los días 14 y 15 del pasado mes de febrero agravaron aún más el temor y el rechazo. Unido al hecho de que desde alguna mezquita se ha reclutado a jóvenes para ir a combatir a Siria en las filas del Daesh. El PPD ha pedido que se procese a algún imán por esta razón. Ante las oleadas de emigrantes que llegan a Europa por el Mediterráneo en los últimos años, ya en 2013 Thulesen Dahl dijo en una entrevista que Dinamarca podría acoger más emigrantes, pero siempre que no sean musulmanes.
El PPD rechaza el calificativo de extrema derecha y mucho menos el de fascista o nazi. Cuando se ha detectado a algún militante con simpatías de este tipo, ha sido inmediatamente expulsado. De hecho, presume de respetar el juego democrático y de defender los derechos de los homosexuales y la igualdad hombre-mujer. Así como de preservar el Estado de bienestar, afectado en los últimos años por la crisis económica -aunque no es el de los años sesenta, aún es muy saludable-, por las imposiciones de la Unión Europea a la que acusan de querer acabar con su Estado providencia y a la inmigración de ponerlo en peligro al abusar del mismo.
El PPD ya no es una fuerza en ascenso ni marginal, es una confirmación y ya forma parte del establishment político danés. El fenómeno del PPD no es nuevo en el mundo escandinavo, en los últimos años se ha ido produciendo un fenómeno similar en los demás países nórdicos y con el mismo peso político en sus respectivas sociedades: en Finlandia, Verdaderos Finlandeses con el 17,7 por 100 de los votos; en Noruega, el Partido del Progreso con el 16,3; y en Suecia, Demócratas Suecos con el 12,8. Todos cortados por el mismo patrón: nacionalismo, populismo, pagar menos impuestos, xenofobia y euroescepticismo.
Se trata de un fenómeno nacionalista que está vinculado al temor a que sus respectivas sociedades puedan verse engullidas por la globalización cultural económica, disueltas en entidades supranacionales (UE, OTAN...) o por una emigración masiva que pueda diluir o barrer su "hecho diferencial" -algo que nos suena por estas tierras con algún que otro nacionalismo-. El politólogo francés, Jean Yves Camus -experto en extremas derechas, neofascismos y nacionalpopulismos-, ve este fenómeno nacionalista que se da en nuestros días, y no sólo en el mundo escandinavo, como "un movimiento egoísta que se produce en una sociedad con buen estado de salud, pero que rechaza el multiculturalismo y repartir el pastel". Por lo que se ve, los daneses deben ser el pueblo más feliz del mundo según la ONU; pero algunos, como otros nacionalistas de otras partes, no quieren compartir su felicidad.