De mayor quiero ser...¡luthier!
¿Qué serán nuestros hijos de mayores? ¿Es lo que mejor se les da una pista de lo que más les gustará hacer en el futuro? ¿Cómo se ganarán la vida? ¿Serán felices? No lo sé. Pero, con alegría, con mimo y con determinación debemos dejar volar su imaginación en pos de sus sueños. Es el primer paso para que puedan convertirse en realidad.
¿Os acordáis de lo que queríais ser de pequeños? Yo primero profesora, luego actriz, más tarde arquitecta y finalmente periodista. Ahora quiero también ser violinista, pero eso ya es otra historia.
Preguntar a los hijos a qué quieren dedicarse cuando crezcan es una buena idea. Interesarse por sus sueños de futuro o sus proyectos vitales puede dar lugar a conversaciones jugosas. Porque desde pequeñitos saben lo que les gusta más y lo que les gusta menos. Muchos oficios del futuro están por inventar. Quizá nos puedan dar alguna pista mientras los mayores empezamos a elucubrar. No estoy de acuerdo con eso de cómo le digo a mi hijo que estudie si yo lo hice y no tengo trabajo. Adquirir conocimientos es una forma de estar en la vida, de ser, si me apuráis. Lo del trabajo, desgraciadamente, es más complicado y no suele depender de uno mismo. Pero, ser fiel a lo que se es y a lo que se siente es una enseñanza valiosa que quiero transmitir a mi hija que, por cierto, ha pasado de querer ser profesora de delfines a médica, aunque no descarta convertirse en una estrella de rock.
En 1930, Fernando Solar González vio por la calle a un ciego tocando un violín y lo primero que hizo al regresar a casa fue construir ese instrumento que acababa de descubrir. Tenía ocho años y ahora "es el más importante de la firma", en palabras de su nieto Fernando Solar Soriano, que representa a la tercera generación de la saga de luthiers. "Cuando a mi abuelo por fin le regalan un violín, lo primero que hace es desmontarlo", explica. El resto ya es historia de la luthería en España.
Fernando Solar García, la segunda generación, iba para ingeniero industrial y el destino, en forma de secretaria que le facilitó una información errónea, hizo que no pidiera a tiempo la prórroga para aplazar la mili. Así que tuvo que aparcar los estudios. En ese tiempo, su padre le planteó, probablemente de una forma nada inocente: "¿Por qué no te construyes un violín?" Dispuso del año y medio que duraba el servicio militar para que aparecieran "las reflexiones de un chaval de 21 años" y darle al padre la alegría de su vida. "Cuando llevas veinte años haciendo violines, te das cuenta de que eres luthier", sostiene Solar, que concibe la fabricación de un máximo de cinco instrumentos al año. A cada uno le dedica 250 horas de trabajo. "No te creas que a mí una primitiva me quita de hacer violines. Ni mucho menos. Al revés. Me quita de ciertos estorbos de los que todavía no me puedo desligar, porque estamos ahí bajo el yugo de las hipotecas". El mayor piropo lo recibió de su padre: "Has llegado donde yo soñaba llegar". Algunos de sus violines se subastan en Sotheby's.
Así llegamos a la tercera generación. Fernando Solar Soriano comenzó a tocar el violín con seis años en la Escuela Arcos. Vinculado a la música desde pequeñito, un día estaba en el Auditorio Nacional de Madrid viendo a Maxim Vengerov cuando lo tuvo claro. A pesar de que todos le auguraban un gran futuro como intérprete, se dedicaría a hacer violines. Aún no había cumplido los 18 años. Pero, ¿cómo se aprende el oficio? "Haciendo el instrumento. No hay otra forma. También nos basamos en lo que mi abuelo había transmitido a mi padre. Mi primer violín estaba realizado por mis manos, pero con sus cabezas". No entiende que en las escuelas la forma de aprender sean tan teórica y tan poco práctica. Fernando acabó sus estudios de violín y luego comenzó a aprender el oficio de luthier. Cuando tomó la decisión, muchos le decían: "Ya, bueno, pero, ¿qué carrera vas a hacer?". Era una época en la que todos teníamos que ser universitarios y aprender un oficio se denostaba como algo de segunda. "Ahora se ve más normal que un arquitecto que no encuentra trabajo y al que siempre le ha gustado reparar bicicletas monte una tienda para buscarse a vida haciendo algo que se le da bien". Cosas de la crisis. "El trabajo de aprendizaje como luthier no acaba nunca y debe de ser así. Hay que progresar, aspirar a ese violín perfecto, aunque sabes que nunca llegará. Porque si crees que lo has conseguido, te equivocas. Siempre hay que aspirar a hacerlo mejor, a llegar a lo máximo".
Fernando tiene un hermano que se llama Rubén. Siempre quiso ser futbolista y lo consiguió. Poco influyeron en sus inclinaciones profesionales la formación musical que también recibió y el ambiente en el que creció. Es fisioterapeuta deportivo. Curiosamente, la habilidad manual es también una herramienta fundamental en su trabajo.
¿Qué serán nuestros hijos de mayores? ¿Es lo que mejor se les da una pista de lo que más les gustará hacer en el futuro? ¿Cómo se ganarán la vida? ¿Serán felices? No lo sé. Pero, con alegría, con mimo y con determinación debemos dejar volar su imaginación en pos de sus sueños. Es el primer paso para que puedan convertirse en realidad. Estar alerta para saber lo que les gusta o no, proporcionárselo en la medida de lo posible e invitarles a descubrir que tanto de mayor como de pequeños ser feliz con lo que haces es un privilegio que debería estar al alcance de todos.