Violencia en evolución
Casi 750.000 personas mueren cada año de forma violenta. Las guerras interestatales son episodios cada vez menos frecuentes y la mayoría de las guerras son internas. Una parte importante de las víctimas se dan aquí. Pero un número aún mayor muere en situaciones de paz violenta.
La naturaleza y las características de la violencia organizada en el mundo están cambiando. Según la campaña Control Arms, casi 750.000 personas mueren cada año en el mundo de forma violenta.
Las guerras interestatales son episodios (afortunadamente) cada vez menos frecuentes y la mayoría de las guerras actuales son internas. Una parte importante de las víctimas se dan aquí. Pero un número aún mayor (dos de cada tres) muere en situaciones de paz violenta. Países que formalmente están en paz pero tienen altos grados de violencia social, criminal, transnacional y mezclas de todas ellas. Muchas ciudades latinoamericanas son ejemplos de esto. Y en algunos casos, la violencia común, la económica y la sociopolítica se mezclan hasta el punto de que es difícil delimitar dónde acaba una y comienza otra.
Lo han dicho muchas instituciones pero me gustaría destacar el Informe sobre Desarrollo Mundial 2011, del Banco Mundial: "1.500 millones de personas viven en países que sufren ciclos repetidos de violencia política y criminal. Ningún país frágil de bajos ingresos o en conflicto ha alcanzado alguno de los ODM. Solucionar los problemas económicos, políticos y de seguridad que dificultan el desarrollo y atrapan a los estados frágiles en ciclos de violencia requiere el fortalecimiento de las instituciones nacionales y mejorar el buen gobierno, en formas que den prioridad a la seguridad ciudadana, la justicia y el trabajo".
La comunidad internacional está mucho mejor preparada para abordar los conflictos clásicos: las guerras entre estados. Tanto si hablamos de diplomacia y negociación, sanciones, incentivos o amenazas; como de ejercer la acción humanitaria en favor de poblaciones afectadas por una crisis, la mayoría de los instrumentos están diseñados para abordar la violencia como la conocíamos en el siglo XX y no la actual.
Por ejemplo, en México hubo más de 60.000 muertes durante la guerra contra las drogas de Calderón, como resultado de los enfrentamientos entre el Gobierno y los cárteles, entre estos y dentro de ellos. Pero el Derecho Internacional Humanitario (DIH), incluso en conflictos internos, está pensado para actores armados que cumplen unos requisitos y tienen naturaleza política.
¿Qué aplicación podría tener el DIH en este contexto? ¿Podría el Comité Internacional de la Cruz Roja negociar su aplicación con un cártel del narcotráfico pese al número de víctimas que cause?
Estas situaciones son más complejas que un conflicto entre dos estados (donde los objetivos, al menos en parte, suelen estar a la vista) y sus actores principales grupos no estatales, algunos sin naturaleza política como el crimen organizado.
Hay procesos globales que contribuyen a impulsar esa violencia, como las presiones de la globalización; el debilitamiento resultante de los estados y el alza correlativa del poder de actores no estatales; la urbanización acelerada y el deterioro de la economía y el medio ambiente. Y factores internos como instituciones que no funcionan y la corrupción, la desigualdad y la exclusión. A través de la corrupción se vinculan los actores "ilegales" con partes del estado (un factor clave para el crimen organizado).
No es casualidad que los estados frágiles o en conflicto no hayan hecho progresos significativos en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) ya que la violencia es uno de los principales obstáculos para el desarrollo. Este hecho ya se reconoce, pero se ha avanzado menos en la construcción de mecanismos que permitan abordar estas situaciones con una visión global, y mediante cambios internos y apoyo externo. El marco que resulte después del año 2015 es una oportunidad para abordar los retos interrelacionados de la paz, el desarrollo y los derechos humanos.
La paz y el desarrollo, a debate
Estos días tiene lugar la sesión anual de la Asamblea General de la ONU que, en su 68º edición, tiene por delante un reto clave: definir el futuro de las políticas globales de desarrollo una vez que en 2015 se alcance el plazo de cumplimiento de los ODM. Para septiembre de 2015 debería existir un nuevo marco de acción que reemplace al actual.
Los objetivos de desarrollo fijados en el año 2000 eran temas clave pero no abordaban cuestiones como la paz, los derechos humanos y el buen gobierno. Esto refleja una agenda tradicional en la que los asuntos del desarrollo iban por un lado y los de seguridad, por otro. En estos años se ha desarrollado un cierto consenso sobre los estrechos (y complejos) vínculos que las unen.
En mayo pasado el Panel de Expertos de la ONU hizo su dictamen sobre los ODM y en él incluyó la paz y la seguridad como elementos indispensables del desarrollo. El Panel no tiene la última palabra pero propone cuatro objetivos: reducir la tasa de muertes violentas por 100.000 habitantes y eliminar la violencia contra los niños; abordar los factores externos de conflicto (incluyendo el crimen organizado); crear instituciones de justicia independientes, y mejorar la capacidad y rendición de cuentas de las instituciones de cumplimiento de la ley.
El debate sobre cómo incluir los conflictos, la violencia y los derechos humanos en el marco post-2015 incluye a muchos actores y posiciones.