Algo de Quijote tendremos
A partir de sus lecturas, de su bagaje cultural y de su aguda mirada, Cervantes supo construir un mundo donde la ficción y la realidad se daban la mano. Bajo la máxima de "enseñar deleitando" retrató el paisaje social, pícaro, corrupto, inculto y en vías de oscuridad del S.XVI.
Cada año, cuando se acerca el día del libro, se multiplican en los colegios las propuestas para celebrar tal fecha de manera especial y rendir así el homenaje que merece ese preciado objeto de placer. Pero, ¿seguro que lo es para todos? A partir de esta pregunta entraríamos en otra reflexión: ¿qué hacer para conseguir que todos, tanto niños, como jóvenes y adultos, leamos más? Las respuestas son tan variadas como podamos imaginar. Habrá quien piense que tener una buena base desde el principio es importante. Así, ya desde los primeros años, tanto en casa como en la escuela, deberíamos plantearles actividades que fomentaran el gusto por la lectura. Existe la creencia extendida de que en el ámbito escolar consigue hacerse, al menos, hasta que acaban primaria. Pero, ¿qué ocurre en secundaria y bachiller?
La realidad es que, como siempre, la figura del profesor es imprescindible para conseguir crear ilusión, emoción, intriga y ganas de quedarse con más. Y precisamente en estos días, en los que junto con el libro celebramos el aniversario de la muerte de Cervantes, no puedo evitar quedarme con su figura y con parte de su obra para reclamarlas como referentes en nuestra realidad educativa.
De todos es conocido que en este país sobran ejemplos de vulgaridad, falta de interés por el trabajo, comodidad y egoísmo. Pues para celebrar por todo lo alto (o a mi manera) el Día del Libro y del mejor contador de historias, voy a quedarme con otros ejemplos: los de aquellos que, lectores empedernidos, enamorados de las letras, del mundo y del conocimiento que dispensan, con enojada cordura, siguiendo los pasos del de la triste figura o de su hermano literario, el Licenciado Vidriera, han sabido dar réplica oportuna a las cuestiones más disparatadas o, como caballeros andantes van en busca de desfacer entuertos y acercar a las generaciones más jóvenes a los libros, al arte, a la cultura, al pensamiento; de todos aquellos Quijotes que, alguna vez, han abierto la biblioteca en la hora del recreo para que los niños puedan ir a adelantar deberes y a leer, o para ofrecer libretas en blanco que ellos mismos rellenarán escribiendo y dibujando historias en cadena; o los que han metido en una mochila a Alonso Quijano y a su amigo Tirante el Blanco y se han ido a pasar varios días a la montaña con sus alumnos para recrear los lugares de algunas escenas; aquellos que llevan libros de su casa, incluso de sus hijos, y aumentan la biblioteca de aula; o los que son "asaltados" por niños cuando van por la calle porque los reconocen como el cuentacuentos del cole; o los que se quedan con los alumnos una vez ha acabado el horario lectivo para completar el temario; o los que enseñan poesía a mujeres que en su momento no tuvieron oportunidad de estudiar y consiguen que la comprendan, reciten y hagan suya; o los que son capaces de hacer viajar a sus niños por todo el mundo siguiendo las aventuras de un libro; o los que se coordinan entre centros diferentes para lograr que todo un barrio, incluso un pueblo, sea lector. O....
A todos estos locos soñadores decir que sigan adelante por el camino que ya nos dejó trazado Cervantes. Él, innovador de referencia en este S.XXI, arriesgó a crear lo que creía necesario. A partir de sus lecturas, de su bagaje cultural y de su aguda mirada supo construir un mundo donde la ficción y la realidad se daban la mano. Bajo la máxima de "enseñar deleitando" retrató el paisaje social, pícaro, corrupto, inculto y en vías de oscuridad del S.XVI. Rinconete y Cortadillo, Cipión y Berganza en El coloquio de los perros dan buena muestra de ello y, lamentablemente, tendrían fácil adaptación al presente.
Esta es una semana perfecta para unirnos a aquel Licenciado que enloqueció por culpa de un engaño amoroso y empezar a decir grandes verdades por más que suenen extrañas a mentes convencionalmente sanas.
En otros países existen dispensadores gratuitos de literatura. Son como pequeñas torres que se adaptan al tiempo libre de los usuarios y les ofrecen textos como alternativa a los móviles o al aburrimiento. En mi locura se me antoja actualizar los molinos (que no gigantes) cervantinos para que sus aspas, además de fuerza, repartan lecturas por doquier, y es que "leer mucho aviva los ingenios del hombre". Avivemos, pues.