Portugal se rinde a la isla paradisiaca española cerca de Oporto descubierta por un burro

Portugal se rinde a la isla paradisiaca española cerca de Oporto descubierta por un burro

Las propiedades medicinales de sus aguas termales y sus jabones son lo que la han hecho famosa. 

Rompeolas de La TojaGetty Images

La leyenda cuenta que fue un burro el primero en sumergirse en sus aguas termales. El animal llegó hasta allí cuando su dueño, dados los problemas de salud cutánea del asno, prefirió abandonarlo en la isla antes que sacrificarlo. El enclave en cuestión era La Toja, a la que el humano regresó con intención de enterrar al asno. Sin embargo, se lo encontró disfrutando mientras se retozaba en los fangos. 

Esta historia data de 1899 y es obra de Emilia Pardo Bazán. Pero la leyenda ha trascendido y, a día de hoy, hay una escultura de bronce en el lugar que busca rendir homenaje a la fábula que popularizó la literata y novelista, pionera en feminismo, además. 

La Toja —o Illa da Toxa, en gallego— se encuentra en O Grove, Pontevedra. Es una pequeña isla que queda unida al resto de la península por un puente que se construyó en el siglo XIX. Con el paso del tiempo, se ha convertido en uno de los puntos turísticos por excelencia de Galicia, en parte por sus balnearios. 

Esta se encuentra apenas a un par de horas en coche desde Oporto y la prensa portuguesa ya se está haciendo eco de ella. El medio luso Nit ha destacado que el turismo en la isla creció considerablemente después de que se conocieran las propiedades medicinales de las aguas de La Toja. 

Pero este aumentó aún más cuando en 1907 se inauguró el Gran Hotel de La Toja, obra del arquitecto Daniel Vázquez-Gulías. Por él han pasado algunas de las personalidades más importantes del siglo XX. Es el caso del célebre Ortega y Gasset, pero también el de García Márquez, José de Echegaray o el de Joaquín Sorolla, entre otros. 

Más allá de sus aguas termales o su ermita, la isla de la Toja se hizo famosa por sus jabones. Se trató de una iniciativa del marqués de Riestra, que los planteó como merchandising para la clientela del hotel; sin embargo, tuvieron tanto éxito que terminaron por comercializarlos. Estos se elaboraban a partir de las sales del balneario. Y, a día de hoy, se pueden seguir adquiriendo.