La desconocida isla griega de los vampiros que necesitó de hechizos para purificarse
Se ganó la fama de ser un lugar maldito.
La pequeña isla de Sidirona, un islote deshabitado situado cerca de Sofiko, en la región de Corinto, fue el escenario de una trágica historia por la cual ahora recibe el nombre de "la isla de los vampiros". Los hechos ocurrieron en 1848 cuando sus protagonistas, tres marineros locales, atrapados en una tormenta se ahogaron en sus aguas mientras pescaban en alta mar.
Según el canal de Up Stories, las olas devolvieron a la orilla los cuerpos sin vida, dejando a las familias sumidas en un profundo dolor. Su anhelo de ofrecerles un último adiós en tierra firme. Pero la superstición y el miedo se interpusieron en su camino, y los habitantes de Sofiko se negaron rotundamente a permitirles la sepultura.
La comunidad se sumió en un estado de alarma. En aquel entonces, las creencias supersticiosas estaban profundamente arraigadas, y muchos pensaban que los ahogados, al no haberse purificado en vida, regresaban de entre los muertos para atormentar a los vivos. Este temor llevó a los habitantes a rechazar la idea de enterrar a los marineros en el cementerio del pueblo, convencidos de que se convertirían en vampiros.
Un lugar maldito
Ante esta negativa, las familias no tuvieron otra opción que llevar a sus seres queridos a la aislada isla de Sidirona, donde fueron enterrados lejos de la comunidad. No obstante, la decisión de sepultarlos en la isla desató aún más rumores y supersticiones, y Sidirona pronto se ganó la fama de ser un lugar maldito.
Por el boca a boca, empezó a circular la teoría de que los marineros fallecidos no encontrarían paz, y sus almas condenadas transformarían la isla en el hogar de vampiros. La gente evitaba la costa cercana y no se atrevía a acercarse a Sidirona al caer la noche.
La inquietud en Sofiko llegó a tal punto que las autoridades intervinieron y pidieron ayuda a la Iglesia. En un registro oficial fechado el 18 de enero de 1848, se informó a la Santa Sede sobre la situación, y se decidió realizar un exorcismo especial en Sidirona.
El arzobispo Dionisio, quien más tarde fue canonizado como el santo patrón de las islas Zante y Egina, fue a Sidirona para realizar la purificación. A pesar de los rituales, el miedo y las historias continuaron, y hasta la fecha, la leyenda persiste.