Cuatro cosas típicas en España que son todo un lujo en otras partes del mundo
De las que quizás los españoles deberíamos ser más conscientes.
En Europa, y, en concreto, en España, somos la envidia de muchos extranjeros por lujos que tenemos a los que ellos no pueden acceder. Aparte de las consabidas atención sanitaria universal de nuestro estado de bienestar español, y una red de transporte público muy consolidada, hay otras cuestiones que los viajeros de países como Estados Unidos o de países asiáticos valoran mucho de España. Para ellos son auténticos lujos, de los que quizás los españoles deberíamos ser más conscientes.
El primero no se nos puede atribuir a nosotros, a los ciudadanos actuales. Aunque sí tenemos parte de responsabilidad en su buena conservación, así que sí contamos con parte del mérito de que se pueda seguir gozando de este lujo. Se trata de nuestro riquísimo y espectacular patrimonio cultural e histórico. Repartido además por todo el territorio español y europeo. Con lo cual, nos es difícil conocerlo desplazándonos además con formas de transporte asequibles, como decíamos antes.
Ir a ver castillos centenarios, calles empedradas y museos de renombre mundial es parte de nuestra rutina, cuando es un lujo en otras partes del mundo que la mayoría de la población no se puede permitir. Primero, porque muchas veces no existe y, segundo, porque suelen tener que recorrer miles de kilómetros para desplazarse a contemplarlo.
La segunda tiene que ver con los derechos laborales. En Europa, es común tener una cantidad significativa de días de vacaciones pagadas al año, según consideran en los trabajadores de países como Estados Unidos o China. Que alucinan con que algunos países europeos ofrezcan a sus empleados hasta seis semanas de tiempo libre remunerado. En Estados Unidos, por ejemplo, el tiempo de vacaciones es típicamente más limitado, y muchos trabajadores no reciben el mismo nivel de beneficios. La capacidad de disfrutar de un tiempo prolongado de descanso sin preocupaciones financieras es un lujo que algunos estadounidenses o asiáticos desearían tener.
La tercera cosas típica es un lujo que conocemos de sobra, pero que siempre conviene recordar: la alimentación de calidad, con productos frescos, a buen precio. Que, aunque hayan subido en los últimos tiempos, los seguimos teniendo. Comparado con países como Estados Unidos, en Europa, la cultura gastronómica se valora enormemente, y la disponibilidad de alimentos frescos y locales es muchísimo más común que allí. Los mercados y las tiendas ofrecen una amplia variedad de productos a menudo a precios asequibles. En Estados Unidos, la calidad de los alimentos a veces puede ser percibida como inferior, y los productos locales pueden no estar tan fácilmente disponibles, especialmente en áreas más urbanas.
Siguiendo con la alimentación, muchos extranjeros consideran que contamos con un lujo tan sencillo como disponer de un buen pan recién hecho a diario. “Cada vez que voy a España vuelvo con tres kilos de más, sólo por culpa del pan”, me comentaba hace poco una amiga puertorriqueña. Es que tenéis un pan recién hecho, irresistible”. Pues no lo valoramos quizás, hasta que nos vamos a otros países (aunque Francia e Italia, tampoco se quedan cortos en esto).
El pan es un elemento básico en la dieta europea, y la tradición del pan recién horneado es profundamente arraigada. Las panaderías locales ofrecen una variedad de panes frescos, desde baguettes francesas hasta pretzels alemanes. Este enfoque en la calidad y la variedad del pan contrasta con la prevalencia de pan envasado en otras partes del mundo. La posibilidad de comprar pan recién horneado diariamente es una experiencia cotidiana para los europeos, pero, para muchos otros ciudadanos del mundo, se trata de un lujo reservado para ocasiones especiales.