Si tu hijo no te escucha es por culpa del cerebro: está programado para considerar tu voz como ruido

Si tu hijo no te escucha es por culpa del cerebro: está programado para considerar tu voz como ruido

Suele ocurrir a partir de los 13 años. 

Un padre con su hijoGraham Oliver vía Getty Images

En los primeros años de vida, la voz de la progenitora es una referencia en el cerebro del más pequeño. Pero, poco a poco, pasa a percibirla desde otro plano. Deja de sonarle menos familiar. Esa es la conclusión a la que han llegado un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina Stanford. 

Y esto se da, concretamente, a partir de los 13 años. Así lo recoge el estudio, publicado en el Journal of Neuroscience, que detalla que los expertos llegaron a esa conclusión tras analizar varios escáneres cerebrales que obtuvieron a partir de resonancia magnética

Uno de los autores principales del estudio, el profesor asociado de psiquiatría y ciencias del comportamiento, Vinod Menon ha apuntado que, llegado un momento determinado, los pequeños se van haciendo más independientes. "Y eso tiene que ser precipitado por una señal biológica subyacente", ha señalado en declaraciones para el centro de noticias de Stanford Medicine

Y es este precisamente el descubrimiento que han hecho Menon y su equipo. "Esta es una señal que ayuda a los adolescentes a involucrarse con el mundo y formar conexiones que les permitan ser socialmente adeptos fuera de sus familias", ha añadido. 

Para llegar a esa conclusión, grabaron a madres de niños y adolescentes diciendo tres palabras, todas ellas descontextualizadas. La única condición es que duraran poco menos de un segundo. Y, además, tuvieron que prestar su voz otras dos mujeres ajenas a los distintos chicos a los que luego sometieron al análisis. 

Titania
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Santander

A continuación, los jóvenes que participaron en el estudio escucharon varios audios con el principal objetivo de reconocer a su progenitora. Después, volvieron a escucharlos. Pero, esta vez, colocados bajo un escáner. Así, los investigadores pudieron comprobar que, en los adolescentes, las voces de desconocidos provocaban más actividad que la de su madre