Lucía mi pediatra, sobre los padres que compran el alcohol a sus hijos: "Tiene un impacto en la salud que puede ser irreversible"
Entrevista con la doctora Lucía Galán, que publica 'Los virus no entran por los pies', donde derriba mitos muy extendidos sobre la salud infantil.
Armada con la evidencia científica y con toda su experiencia tras 20 años de profesión, Lucía Galán, más conocida por su faceta divulgadora como Lucía mi pediatra, derriba uno a uno todos los mitos sobre la salud física —e, importante, también mental—de los niños y adolescentes en su nuevo libro, titulado precisamente por uno de ellos: Los virus no entran por los pies (Planeta).
Con él, los padres no sólo entenderán por qué los niños no enferman por ir descalzos, sino también muchas otras cuestiones sobre alimentación, el sueño, la salida de los dientes, las vacunas o la ansiedad en menores. Como defiende, en la maternidad y paternidad, el estar bien informado vale oro.
Das muchas claves para desmontar mitos que aún siguen vigentes sobre salud infantil pero, por el lado contrario, ¿te encuentras también con padres cada vez más preparados o más informados?
Yo creo que sí. Haciendo balance de mis últimos 20 años como pediatra tengo que decir que, en ese sentido, padres y madres cada vez están más informados y cada vez también ellos piden más información, tienen como esa necesidad de saber. Venimos de una generación en la que para nuestros padres lo que decían el médico y el cura del pueblo iba a misa. Creo que esto ha pasado un poco a la historia y los padres de hoy en día están actualizados, están interesados, están preocupados y la mayor parte de ellos se dejan aconsejar y guiar por los profesionales sanitarios. Preguntan más que hace 15 años, que a lo mejor se conformaban con una explicación sencillita, ahora quieren saber el porqué de cada cosa, algo que me parece maravilloso.
Das pautas a quien tengas bebés y hablas sobre los consejos que se suelen dar. Hay uno superextendido, el del cacito de cereal en el biberón para que duerman. ¿Esto bien o mal?
Mito, mito. No me gusta decir que las madres o los padres lo hacen mal, yo creo que hacemos lo que buenamente podemos y sabemos. Y no, el cacito de cereales no hace que tu hijo vaya a dormir mejor, a veces incluso, todo lo contrario.
Y cuando salen los dientes, ¿ahí qué consejo darías a los padres?
Pues entender que realmente los dientes no duelen tanto como se les ha atribuido. Realmente, nada tan pequeño ha generado tantísimos bulos como la salida de los dientes. Ni los dientes producen fiebre —siempre hay que buscar una causa externa— ni un dolor por el cual el niño deje de comer, de dormir y esté con un llanto incesante. Si tuviese esos síntomas habría que buscar otro origen. Los dientes no hacen que los niños pierdan peso ni estén irascibles; pueden tener una molestia ligera en momentos muy puntuales, justo en el momento en el que vemos que esa encía está muy inflamada y que el diente está saliendo, pero son síntomas que se describen como leves, temporales y que no interfieren en la vida del bebé. El consejo que daría a los padres es que estén bien informados para que si su hijo empieza con fiebre, que no lo achaquen a los dientes, que vayan a su pediatra para ver qué está pasando. Y que si una noche puntual, o un momento puntual, ven al niño muy molesto y muy irritable, con que le den una dosis de paracetamol ajustada a su peso es suficiente.
Pero no frotada en la encía, ¿no?
No. En el libro lo digo de una forma mucho más divertida: ¿a ti cuando te duele la cabeza te frotas un paracetamol en la frente? ¿A que no? (Se ríe) Pues con los bebés tampoco. Si se lo frotamos en la encía, la cantidad de paracetamol que absorbe va a ser ínfima y no va a tener ningún efecto más allá de los segundos que estés con el dedo ahí, que a lo mejor el niño tiene un poquitín de alivio, pero en el momento en el que lo retires eso desaparece.
Hablas de una moda que incluso es peligrosa, la del collar de ámbar.
Efectivamente. Empiezo con mitos así más banales, que no ponen en peligro la vida de los niños, pero luego empiezo a subir el tono y hablo de mitos que sí pueden ponerlos en riesgo, como pueden ser los collares de ámbar. Se les han atribuido efectos sobre la salud que no son tales y que no tienen evidencia científica ninguna, como es que alivien las molestias de los dientes y eviten que estén babeando. Esto no es así y, además, se han descrito casos de accidentes graves, incluso de estrangulamiento, de niños que se enganchan. También hay casos descritos de collares en los que se han soltado las cuentas y eso sí que puede comprometer la vida del bebé si una de esas bolitas va a la vía aérea. No tiene ningún sentido asumir este riesgo en un bebé y tanto los collares como las pulseras y los anillos están desaconsejados en los bebés y niños pequeñitos porque los accidentes existen.
Para un padre, algo muy desesperante es enfrentarse a una noche de tos. ¿Hay algo que funcione contra ella, ya sea jarabes o poner cebolla?
Lo primero es saber cuál es el origen de la tos, no es lo mismo una tos de un resfriado común que una de una bronquitis, de una crisis de asma o de una laringitis. En cuanto a la catarral, de los mocos que cogen en septiembre y que sueltan en mayo, sentimos mucho decirles a los padres que no hay nada que científicamente esté demostrado que alivie los síntomas de la tos en los niños pequeños y que además sea inocuo. Los jarabes antitusígenos que pueden aliviar los síntomas de una tos seca no están exentos de efectos secundarios, por lo cual no están recomendados. Beber abundante agua ayuda a fluidificar el moco, a que el niño esté mejor hidratado y alivia los síntomas de los resfriados. La cucharadita de miel no corta la tos, pero tiene un efecto emoliente en la garganta, la hidrata. El niño que la toma siente alivio durante un tiempo muy limitado, una o dos horas, pero sí puede ayudar a que esté un poco más tranquilo ese tiempo. De la cebolla cortada no tenemos evidencia hasta la fecha, pero también te digo que pocos científicos pierden su tiempo en hacer estudios con cebollas cortadas (se ríe), así que esta es una batalla en la que yo, sinceramente, no invierto mucha energía. Como esto sí que es inocuo, si la mamá me asegura que a ella le funciona, aquí sí que no peleo.
Y un asunto más serio. ¿Qué respondes cuando los padres te piden el antibiótico de tres días?
¡Ay, esto qué daño ha hecho! El antibiótico de los tres días, que efectivamente es un recurso estupendo para los niños porque es una única dosis y solamente tres días. Es efectivo en infecciones muy concretas producidas por unas bacterias muy concretas, que suelen producir una tos muy persistente y sólo se deben dar en este contexto. El resto de infecciones —las amigdalitis de toda la vida, las otitis medias, la sinusitis...— no se deben tratar con el antibiótico de tres días, aunque sea cómodo de dar, porque no es el indicado. Aquí tenemos un problema encima de la mesa, que es la resistencia a los antibióticos. Hay que utilizar los antibióticos cuando correspondan, pero además el que corresponda. Si no, lo que estamos haciendo es pan para hoy y hambre para mañana y favoreciendo que se generen bacterias multirresistentes y entonces, ni con el de tres días ni con el de ocho. Es un problema serio: según la OMS, en el 2030 la resistencia a los antibióticos matará a más personas que el cáncer. Cuando tu pediatra te dice que el antibiótico de los tres días no es el indicado para esta infección que tiene tu hijo, confía en su criterio.
Algunos países europeos están viviendo un rebrote del sarampión. ¿Qué dirías a un padre que desconfía de las vacunas?
El de las vacunas es un asunto tan serio que le dedico un capítulo entero. Realmente es el rey de los mitos, el macho alfa de los mitos. A este padre le diría que se informe bien, que consulte las fuentes, que se deje asesorar por profesionales sanitarios, que llevamos toda la vida estudiando el efecto de las vacunas y la ausencia también de ellas. Las vacunas salvan entre dos y tres millones de vidas cada año y la mayor parte de las veces son niños. El sarampión es una enfermedad potencialmente mortal. De hecho, en la era prevacunal tenía una mortalidad elevada en la infancia y si ahora mismo tenemos muchas menos enfermedades de las que teníamos y si ahora mismo contamos con una esperanza de vida mucho más elevada, en parte es gracias a las vacunas, a la potabilización del agua y las medidas de asepsia (el utilizar el agua y el jabón). Estas tres medidas han cambiado la historia de la medicina. Cualquier decisión que tomamos, pensémosla bien, porque esto sí puede tener un impacto irreversible en la salud de nuestros hijos.
También te centras en la salud mental de niños y adolescentes. ¿Qué claves darías para identificar la ansiedad en ellos?
La ansiedad es el trastorno mental más frecuente en la infancia y la adolescencia. Hasta un 10, 20% de nuestros niños y jóvenes tienen ansiedad y esto es bastante. Existe la falsa creencia de que como son niños, no tienen ansiedad, y es muy prevalente. Ellos lo describen muy bien, te cuentan 'se me va a salir el corazón del pecho', 'no puedo respirar', 'siento como si me estuvieran apretando aquí'... A veces te describen que les sudan las manos, que se queda la boca seca, son niños que empiezan con problemas en el sueño. Cuando les preguntas, suelen contarte pensamientos que les rondan la cabeza y que les generan mucho malestar. Muchas veces, cuando van al pediatra y nos cuentan estos síntomas, que a veces los focalizan en el corazón, nosotros casi obligatoriamente los mandamos al cardiólogo, aún sabiendo que probablemente el origen sea emocional, pero para descartar que no sea una taquicardia, un problema cardiaco o respiratorio. La mayoría de las veces el estudio es normal y a veces se banaliza esto y se les dice 'no tiene nada'. No, no tiene nada cardiológico o pulmonar, pero tiene un trastorno de ansiedad o una crisis de pánico. No hay salud sin una sana salud mental. Escuchemos a nuestros hijos cuando tengan estos síntomas y generen malestar en su día a día y pongámonos en manos de profesionales para ayudarles.
¿En adolescentes las señales pueden ser distintas?
Son parecidas. Los adolescentes tienen más crisis de pánico. Te describen la crisis muy parecida a como la tienen los adultos, una sensación de muerte inminente, con el agravante de que el adolescente en el momento vital en el que se encuentra, que es muy vulnerable, llega a ser realmente limitante. Muchos de ellos desarrollan fobia social, no quieren salir porque les da miedo a que les dé cuando estén en público, les da miedo hablar en clase o hacer deporte, porque cuando tienen el corazón agitado les recuerda. Debemos estar alerta porque los adolescentes merecen una atención con profesionales especializados en esa franja de edad, porque de la ansiedad también se sale y se supera.
Sobre adolescentes, abres el enorme melón sobre los padres que prefieren comprarles el alcohol para al menos controlar lo que puedan ingerir una noche de fiesta. ¿Cuál es tu postura en esto?
Bueno, tremendo. Es que voy sin pelos en la lengua, ¡caiga quien caiga! Surge de una reunión con amigos y con conocidos y de repente uno de ellos lo dijo. Dijo que 'la sociedad de hoy en día está criando a adolescentes que son unos blandengues, esta generación de cristal. Yo a mis hijos les compraba el alcohol para que hicieran los botellones en casa y así no les daban garrafón fuera'. O sea, normalizar el consumo de alcohol en menores es como decir 'yo a mi hijo le dejo mi Mercedes para que se ponga a 200 kilómetros por hora, pero yo voy al lado, ¿eh?'. Pues no, no, porque no puede circular a esa velocidad, es peligroso que un menor coja un coche y las consecuencias pueden ser fatales. Y con el consumo de alcohol, también. La evidencia científica es contundente con respecto al consumo de alcohol en los adolescentes, en ese cerebro que está en formación: cómo aumenta el riesgo de fracaso escolar, de adicción, de adicción a otras sustancias y a drogas, disminuye la concentración, aumenta el aislamiento social, potencia trastornos mentales... Afecta a su neurodesarrollo, entonces, normalizar el que le das a tu hijo algo que es tóxico para su cuerpo me parece que es un tema muy serio. El mensaje no es 'yo le compro alcohol a mi hijo', el mensaje es 'hijo, no consumas alcohol'. El alcohol en los menores de edad, en los mayores también, pero sobre todo en menores, tiene un impacto en la salud que puede ser irreversible. Cero alcohol en los menores.
Ahora que se debate sobre el móvil en los colegios e institutos y sobre la edad de tener móvil, ¿serías partidaria de retrasar la entrega de móviles a niños?
Yo creo que en los colegios no hay ninguna necesidad de que haya móviles, pero tampoco soy partidaria de hacer una prohibición total hasta los 16 años. Entre darle un móvil a un niño a los 9 años, que es obvio que no lo necesita, y no dárselo hasta los 16, yo creo que hay muchos aspectos, muchas circunstancias personales y muchos tipos de adolescentes. Creo que en el momento en el que tú le das un móvil a tu hijo, que en mi opinión no debería ser antes de los 12 años, antes ese niño tiene que tener una educación digital. Pasamos mucho tiempo educando a nuestros hijos en valores, en que sean amables, educados en la mesa, en que tengan una buena alimentación... y sin embargo, no invertimos nada de tiempo en educación digital cuando viven en un entorno digital. Mires donde mires, ellos ven móviles, ven pantallas, ven ordenadores... Hay que educar a nuestros hijos en esto: para qué sirve un móvil, qué son las redes sociales, qué es un perfil público y privado, cómo nos comunicamos en las redes. Hay que inculcarles ese respeto: jamás digas nada que no le dirías a una persona frente a ti, no utilices los móviles para humillar, para atacar, para poner en evidencia a nadie, no se difunden fotografías tuyas ni de nadie... Son como mandamientos que deberíamos tener tan claros como lavarnos las manos antes de comer.
Esta educación se puede ir dando desde que tienen 8, 9, 10 años con ejemplos muy prácticos. Una vez llegas a ese punto de madurez y de educación, ahí es cuando les puedes dar un móvil que tendrá unas reglas y unos tiempos controlados, y unas aplicaciones que podrá utilizar y otras no. Soy más partidaria de educar en un entorno digital y acompañado, no a los 10 años darles un móvil como el que le da un Ferrari a un chaval de 15. Si a los 18 vas a tener un coche, estarás unos meses yendo a la autoescuela, saliendo con un profesor, en un coche pequeño... pues esto es similar. Soy partidaria de prohibir los móviles en los colegios porque, evidentemente no los necesitan, pero luego cada familia es una circunstancia. Yo tengo en consulta chavales de 13 o 14 años con padres separados y el móvil les ha facilitado mucho la vida y hacen un uso totalmente responsable, y niños de esa edad que viven en un pueblo pequeñito, donde todo está cerca, donde no tienen ninguna necesidad y a lo mejor lo puedes alargar.