"El consentimiento no se enseña cuando las cosas son graves": por qué no forzar a los niños a dar besos
Motivos para no obligar a los más pequeños a este gesto.
El beso que Luis Rubiales —presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF) hasta este sábado, cuando fue suspendido por la FIFA tras su negativa a dimitir— estampó a la jugadora Jenni Hermoso en la celebración de la victoria de la selección en el Mundial de fútbol femenino ha desencadenado una fortísima polémica que ha puesto el foco en los comportamientos machistas y el consentimiento.
Entre todo el ruido, durante estos días algunas voces se alzaron en redes sociales recordando la importancia de no obligar a los niños a dar besos a los adultos, por mucho que se trate de un familiar cercano. Esto es algo que algunos tachan de exagerado, pero que muchos expertos defienden como una manera de inculcar el consentimiento.
"Cuando forzamos el 'da un beso', o lo de 'el abuelo se pone triste si no le das un beso', que es un clásico, estamos enseñándoles que las decisiones sobre su cuerpo no les pertenecen a ellos, sino que tienen que ver con complacer a otro", resume la psicóloga perinatal Paola Roig, fundadora de Pell a Pell.
Frente a ese empujar al niño a dar el beso, aboga por alternativas como preguntarle "oye, ¿te apetece dar un beso al abuelo?" o "¿Te apetece darle un abrazo a la tía, que ha venido a verte?". De esta manera, "estamos dando el poder de decisión sobre el cuerpo y sobre las muestras de cariño a los niños, que luego crecerán con una sensación de que su cuerpo les pertenece y que pueden poner límites".
"Lo que tenemos que tener clarísimo todos es que un beso es una muestra de afecto y el afecto no se puede imponer", apostilla Sara Noguera, educadora infantil, fundadora de Kimudi y autora de Ser madre es fácil (cuando no tienes hijos).
Como explica, el afecto es algo que se desarrolla con el tiempo: "Tú no quieres a una persona porque la tienes que querer, la quieres a través del contacto, de la interacción. De la demostración de que nos respetamos y nos acompañamos el uno al otro nos acabamos queriendo".
Preguntar, dar alternativas y no imponer
Noguera resalta la contradicción entre, por un lado, enseñar al niño el "tienes que respetar a los demás, tienes que poner límites y permitir que te los pongan" pero luego obligarle a dar besos "porque es de buena educación". Ahí, a su juicio, "estamos confundiendo lo que es educación con lo que es imposición".
Paola Roig ve perfectamente posible enseñar buenas maneras al pequeño, como saludar o despedirse, sin forzar el beso. La clave está en ofrecer alternativas: "Se puede decir 'tienes que decir hola, pero puedes decidir cómo: si das un abrazo, un beso o si dices hola desde la distancia". Lo ideal también sería que muchos adultos cambiaran el chip y preguntaran al niño, por ejemplo, si le apetece un beso o plantearle opciones como chocar el puño o lanzar un beso al aire.
En el extremo contrario están los adultos que insisten e insisten para recibir el beso y que incluso se lo toman como un desaire si el menor no quiere. Ante qué hacer en ese brete, Sara Noguera aboga por reforzar al niño: "Si el adulto dice delante del niño 'anda, ¿por qué no me das un beso, qué te cuesta?', tú le puedes decir a tu niño 'Yo sé que no te cuesta, pero cuando lo quieras dar y te apetezca, hazlo".
"Al final tenemos que frenar un poco a los otros adultos, porque muchas veces no nos damos cuenta de que si en el entorno donde se sienten protegidos es donde los obligamos a hacer cosas que no son correctas, luego fuera de casa si pasan no van a tener a nadie que los proteja", agrega la educadora. "Es decir, si les acostumbramos al chantaje de 'si me das un beso te doy un caramelo' o 'si no me das un beso no hacemos nosequé cosa juntas', luego pasa fuera de casa con desconocidos y tu hijo no ve la diferencia todavía. Necesita un acompañamiento emocional para saber la diferencia", prosigue.
Maneras de que interioricen el consentimiento
Para Paola Roig, el no forzar los besos es importante porque así los niños "interiorizan el consentimiento": "Las cosas no se aprenden tanto de lo que nos dicen, sino de lo que experimentamos y de lo que vemos. Si yo crezco viendo que a mí se me ha preguntado '¿quieres un beso o no lo quieres?', voy a interiorizar que eso es lo normal y lo voy a hacer en el futuro con las demás personas. Voy a entender que las demás personas necesitan consentimiento para tocar mi cuerpo y yo también lo necesito para tocar el de los otros".
En el mismo sentido, Sara Noguera defiende que "el consentimiento no se enseña cuando las cosas son graves, se empieza con lo más pequeñito". "Un beso es compartir tu cuerpo con otra persona, ¿cómo no vamos a enseñar a nuestros hijos que tienen derecho a decir qué se puede y qué no se puede hacer con su cuerpo?", plantea. También destaca que hay otras situaciones en las que, obviamente, no se va a pedir consentimiento al niño, como cogerle de la mano para cruzar la calle, pero sí es bueno informarle.
"Desde que son bebés, manipulamos muchas veces el cuerpo de los niños para cambiar el pañal o la ropa. Cuando son bebés, no es tanto pedir consentimiento, que sería ridículo porque un bebé no te puede contestar, pero sí se le puede ir narrando 'te voy a coger en brazos', 'te voy a dejar en la cuna', 'te voy a quitar el pañal'. Que no son objetos, son seres humanos", apunta en la misma línea Roig.
Aconseja seguir haciéndolo cuando crecen y, por ejemplo, a preguntar a los más mayores en la ducha: "¿Quieres que te limpie yo o te quieres limpiar tú?". Y, además, nombrar las partes del cuerpo sin eufemismos, algo muy importante para la prevención del abuso sexual infantil.