Las infraviviendas del S XVI que son patrimonio de Madrid
Las populares “casas de corredor”, o corralas, no podían exceder los 30 metros cuadrados y no tenían baño
No hay madrileño que se precie (y si es gato -hijos de madrileños-, ni qué decir) que no haya visitado más de una vez una corrala. Lo que para nosotros es ahora parte del encanto y tradición de la historia más castiza de la capital, en realidad, si alguien fuera capaz de construirlas ahora, se pondría el grito en el cielo.
Con independencia de su encanto estético y arquitectónico, que nadie discute, se trata en realidad de los minipisos, tan criticados ahora, pero de siglos pasados, con baño compartido y que, por ley, no podían exceder los 30 metros cuadrados.
Y es que el encanto de lo antiguo que tienen ahora las corralas nada tiene que ver con las penurias que vivieron sus habitantes originales. Eran personas que tuvieron que trasladarse desde el campo para buscar trabajo en la ciudad, cuando Felipe II decidió, en 1561, trasladar a Madrid la corte desde Toledo, la demanda de viviendas se disparó y muchas personas lo único que podían permitirse esas eran estas infraviviendas.
Aunque existen viviendas parecidas en otras comunidades autónomas, las de Madrid vivieron en esa época su máximo apogeo, denominándose “casas de corredor”, ya que estaban construidas alrededor de un patio central cuadrado o rectangular alrededor del cual había corredores o galerías desde los que se accede a cada piso.
Se cree que están inspiradas en las antiguas insulae romanas, las viviendas castellanas y, cómo no, la arquitectura andalusí. El hecho de que en este tipo de pisos la vida se hiciera en torno a un patio dota de un mayor romanticismo al lugar, en el que se imagina las ventajas de la vida comunitaria y de las fáciles relaciones sociales. Pero no se cae en la cuenta de que sus habitantes tenían grandes problemas de insalubridad por diversas razones. Por un lado, no tenían ventilación y, por otro, estaban construidas con estructuras de madera por lo que padecían numerosas humedades, hongos y termitas. Por lo general, estaban formadas por un distribuidor-salón-comedor que daba a dos habitaciones de unos seis metros cuadrados cada una y a una cocina. En total, rondaban la mayoría entre los 20 y los 25 metros cuadrados.
En Madrid, se calcula que se conservan en la actualidad medio centenar de corralas (lo que da una idea de gran cantidad que habría en el siglo XVI) y todas estaban en barrios cercanos a las fábricas, como el de La Latina (en un paseo dominical por el actual rastro madrileño se pueden ver unas cuantas, con tiendas de antigüedades y otros objetos en sus pisos bajos), Lavapiés o Embajadores, donde estaban la Fábrica de Tabacos y el matadero de Madrid, actualmente, un bonito centro cultural.
De hecho, algunas se consideran Monumento Nacional, como la construida en 1839 por el arquitecto José María de Mariátegui, o la que alberga el Centro Cultural La Corrala y el Museo de Artes y Tradiciones Populares de la Universidad Autónoma de Madrid. Claro que éstas se encuentra entre la treintena que se han rehabilitado hasta el momento.