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La lucha encarnizada del Ejército Español debilitado para salvar Melilla

La lucha encarnizada del Ejército Español debilitado para salvar Melilla

Se daba por hecho que no quedaba nadie con vida.

Oficiales españoles inspeccionan los restos de soldados españoles masacrados en el 'Desastre de Annual'. Wikipedia

El 22 de julio de 1921, tras la catastrófica derrota española en Annual, la ciudad de Melilla se convirtió en la última fortificación de la resistencia española en el Rif. Durante casi tres meses, Las tropas rifeñas de Abd el Krim cercaron sin descanso el aterrorizado enclave español, que vivió con el miedo, la desesperación y la lucha encarnizada por la supervivencia.

La retirada de los restos del Ejército español desde Annual hasta Monte Arruit fue un auténtico calvario. Sedientos, desmoralizados y perseguidos por las harkas rifeñas, los soldados cayeron por cientos bajo el fuego enemigo. Para cuando el general Felipe Navarro llegó a Monte Arruit el 29 de julio, el caos era total. Telegrafió a Melilla un mensaje desolador: "Creo que ya no me será posible seguir retirándome."

Mientras tanto, en Melilla, la tensión era insoportable. El 22 de julio, los primeros supervivientes del desastre llegaron a la ciudad, sembrando el pánico. Los rumores de una inminente masacre hicieron que nadie durmiera. El miedo se apoderó de la población cuando un hombre irrumpió en la iglesia de la Purísima Concepción gritando: "¡Qué vienen los moros!" Desde el Gurugú, los rifeños golpeaban la ciudad con bombardeos constantes, dejando a Melilla sumida en el caos. De hecho, al terminar el verano la ciudad presenció 8.239 bombardeos, según El Español.

El colapso de Melilla y la llegada de la Legión

Las autoridades intentaron calmar los ánimos, pero la ciudad estaba al borde del colapso. Con una población que se había duplicado a 20.000 personas, los servicios públicos dejaron de funcionar. No había luz, carbón ni comida suficiente. Los soldados dormían en las calles y el hedor se volvía insoportable.

Fue entonces cuando llegaron los refuerzos desde Ceuta y la península. Entre las tropas ondeaban dos banderas de la Legión comandadas por el teniente coronel José Millán-Astray y el comandante Francisco Franco. La Legión, una unidad recién creada con fama de temeraria y brutal, desembarcó en Melilla tras una agotadora marcha de 100 kilómetros a pie hasta Tetuán, seguida de un viaje en tren y barco.

El recibimiento fue turbulento. La ciudad los aclamó como salvadores, pero la tensión era tal que se les prohibió salir a las calles para evitar posibles matanzas entre los musulmanes residentes. Además, fueron enviados a la primera línea de defensa en los blocaos donde la resistencia fue feroz. Mientras, los rifeños presionaban sin cesar y asimismo, desde España, la conmoción por el desastre de Annual se transformó en un clamor por la venganza.

La batalla final en el Gurugú

A pesar de la tenacidad rifeña, Abd el Krim comprendió que no podía tomar Melilla sin consecuencias catastróficas. Su estrategia se centró en mantener a los españoles encerrados en la ciudad, impidiéndoles avanzar. Sin embargo, en septiembre, los combates alcanzaron su punto culminante cuando los rifeños lograron acercarse a solo 400 metros del barrio del Real, disparando sobre las casas con la artillería que quitaron a los españoles en Annual.

El 10 de octubre de 1921, tras semanas de combate desesperado, las tropas españolas lanzaron una ofensiva final sobre el Gurugú. Al amanecer, una columna ascendió la montaña y, sin apenas resistencia, plantó la bandera de España en su cumbre. La noticia desató una ola de euforia en Melilla. Las campanas resonaron, la gente salió a las calles y la ciudad, por fin, respiró con alivio.

Para Abd el Krim, la pérdida del Gurugú fue un golpe devastador. Sus tropas comenzaron a retirarse y la ofensiva rifeña se desmoronó. Durante las semanas siguientes, el Ejército español recuperó el terreno perdido y, el 24 de octubre, llegaron a Monte Arruit. Allí encontraron el horror: los cadáveres de 3.000 soldados españoles, muchos de ellos torturados y mutilados.

La guerra no había terminado

El desastre de Annual había costado la vida de cerca de 11.000 soldados españoles, pero la toma del Gurugú marcó un punto de inflexión. A partir de ese momento, España desplegó toda su maquinaria militar en una brutal campaña de venganza. La guerra del Rif continuaría durante varios años, pero la resistencia en Melilla había salvado a la ciudad de la destrucción total.

El sacrificio de los soldados que defendieron Melilla quedó grabado en la memoria de la historia militar española. Fue una guerra total, desesperada, en la que la supervivencia de la ciudad pendió de un hilo, pero donde, finalmente, la resistencia y los refuerzos lograron evitar su caída.