Por favor, habilita JavaScript para ver los comentarios de Disqus.
La época en la que los españoles alquilaban huesos de jamón para guisar

La época en la que los españoles alquilaban huesos de jamón para guisar

España estaba en una profunda crisis económica y social.

Jamón serrano, Guijeuelo, España.Getty Images

La Guerra Civil Española, que se prolongó desde 1936 hasta 1939, dejó profundas heridas en la sociedad española. El conflicto no solo causó una gran pérdida de vidas humanas, sino que también sumió al país en una profunda crisis económica y social.

En la España de la posguerra, la escasez llevó a los ciudadanos a encontrar soluciones ingeniosas para sobrevivir. Una de ellas fue el oficio del sustanciero, un personaje que recorría las calles ofreciendo a las amas de casa un servicio poco común: el alquiler de un hueso de jamón para dar sabor a sus guisos.

"¡Sustancia! ¿Quién quiere sustancia para el puchero?" era el grito característico de estos ambulantes que, a cambio de unas pocas pesetas, proporcionaban el ingrediente esencial para un buen caldo. Un claro ejemplo de cómo el ingenio humano puede florecer en tiempos difíciles.

​Un manjar con raíces milenarias

La historia del jamón ibérico se remonta a tiempos inmemoriales. Sus orígenes se entrelazan con la propia historia de la Península Ibérica, donde ha sido un alimento apreciado y cargado de simbolismo desde hace siglos. De hecho, las primeras referencias al jamón en la Península Ibérica nos llevan hasta la época romana. 

El historiador griego Estrabón, en el siglo I a.C., ya hablaba de la excelente calidad de los jamones producidos en el norte de la península. Los romanos, grandes amantes de la buena comida, valoraron rápidamente las cualidades de este producto y lo convirtieron en un auténtico manjar.

La importancia del jamón en la Roma antigua queda evidenciada por el hecho de que se hicieron monedas con su forma, durante el reinado de emperadores como Augusto y Marco Vipsanio Agripa. Además, las excavaciones arqueológicas en Tarraco (Tarragona) han revelado la existencia de jamones desde hace más de 2.000 años, y el Edicto de Diocleciano, en el siglo III d.C., demuestra que los jamones españoles ya eran exportados a Roma.

El jamón como símbolo de identidad

Durante la Edad Media, en un contexto de convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos, el jamón adquirió un nuevo significado. En la Península Ibérica, marcada por las continuas persecuciones a la población judía, el consumo de cerdo se convirtió en un signo distintivo de la identidad cristiana.

Los pequeños productores cristianos comenzaron a colgar jamones a la entrada de sus locales como una forma de proclamar su fe y diferenciarse de los musulmanes. Esta práctica se convirtió en una especie de señal que evitaba problemas con las autoridades y aseguraba la clientela cristiana. Incluso en algunos sitios se llegó a decir que quien no consumiese jamón no era bienvenido.