Javier Castillo: “He cambiado un trabajo estable por una vida muy feliz”
El escritor lanza ‘El cuco de cristal’ a la vez que la serie ‘La chica de nieve’, basada en una novela suya, es la más vista del mundo en Netflix.
Intuyéndolo, pero sin saberlo todavía, Javier Castillo (Málaga, 1987) atiende a El HuffPost apenas unas horas antes de que el fenómeno de La chica de nieve termine de estallar. Poco después, la serie —que se basa en una de sus novelas— se colocó como la más vista en Netflix en todo el mundo. Si solo eso ya es para dar botes de alegría, la noticia se le junta con el lanzamiento de su nuevo libro, El cuco de cristal, que ha alcanzado su segunda edición en solo un día. Y, por si fuera poco, en breve nacerá su tercer hijo.
“Estoy abrumado con la acogida que la gente da a mis historias. Hace que todo merezca la pena. Escribir es tan solitario y, de repente, ver que a tanta gente les gustan, que las recomiendan... Estoy en una nube ahora mismo”, reconoce el autor, que decidió dejar el mundo de las finanzas para apostar por su carrera de escritor y, sobre todo, por su familia. Y el balance que hace no podría ser más positivo.
¿Qué es lo que puedes contar de El cuco de cristal para animar a alguien que nunca ha leído algo tuyo a que lo haga?
Es un thriller muy emocional, una historia muy pensada para que emocione mucho y, al mismo tiempo, te enganche. Trata sobre Cora Merlo, una médico residente en Nueva York que sufre un infarto fulminante. Cuando se despierta, le han trasplantado un corazón. Cuando le dan el alta, recibe la visita de una mujer, que entre lágrimas le dice que el corazón que tiene es de su hijo y que le gustaría que supiese más de él. Se empieza a oscurecer todo mucho y hay muchos giros. Está contada en primera persona y empatizas al segundo, te hace plantearte muchas dudas: ¿qué haría yo, me gustaría saber la identidad de mi donante? ¿Sentiría gratitud o inquietud?
Y, dentro de la historia, es todo muy turbio. La gente se imagina el reloj de cuco, cantando, pero en realidad un cuco tiene algo mucho más perturbador. Hace parasitismo de puesta, someten al engaño a una madre. Es algo alucinante que sucede en la naturaleza y me lo he llevado al terreno de una historia muy particular, en la que un huevo, un corazón, se ha implantado en el pecho de otra persona.
¿A quién le va a gustar y a quién le dirías ‘mejor no te metas en este libro’?
Yo creo que a muchas mujeres les va a gustar muchísimo, y también a hombres que busquen un thriller muy distinto. Es una historia muy potente, muy macabra cuando empiezas a ahondar en ella, y que es una historia para casi cualquiera. A lo mejor no para niños de 13 años, pero sí a partir de 15-16.
¿Cómo llegáis los escritores a desarrollar historias tan turbias?
[Risas] Pasamos mucho tiempo solos y la mente empieza a perturbarse... [bromea] No sé, soy como dos personas distintas. Soy una persona muy jovial, muy divertida, con mi familia, siempre estoy jugando con mis niños, pero cuando estoy escribiendo soy completamente distinto. Me gusta investigar sobre asesinos en serie (como a mucha gente), analizar cómo funciona la mente... Me gusta buscar emociones muy primarias. Cuando leo una noticia de un incendio en el que ha muerto alguien, pienso ‘¿cómo ha sido ese momento? ¿Qué ha pasado? ¿Han salido corriendo, han intentado abrir la ventana?’. Te pone de verdad en su piel y hace que escribas de otra manera.
Voy a leer la frase textual: “Javier Castillo es, sin duda, el nuevo fenómeno de la literatura europea”. Esto lo dijo Joël Dicker, ¿lo tienes enmarcado en alguna parte?
¡No porque me lo escribió en un WhatsApp! [Se ríe] Joël Dicker es uno de los más grandes del mundo, lo admiro un montón y me llevo muy bien con él. Somos del mismo rango de edad, también es padre de niños pequeños, nos gusta escribir thriller pero desde el punto de vista de las emociones y eso ha hecho que conectemos muy rápido. Lo conocí cuando vino a presentar La desaparición de Stephanie Mailer, creo, estuvimos en una charla de una hora que pasó como cinco minutos. He encontrado a alguien que habla el mismo idioma que yo.
¿Quiénes son tus referentes literarios?
Voy a meter a Joël Dicker, Stieg Larsson me fascina, Jo Nesbø me gusta muchísimo, Gillian Flyn me encanta, crecí leyendo Agatha Christie, Stephen King... Luego también tengo mis particularidades. Karin Fossum es muy buena, Pierre Lemaitre...
Por entender un poco mejor cómo llegas a escribir un libro cómo éste; ¿la idea cómo te vino?
Uso mucho redes sociales y me salió una chica, Susana Ramírez, una influencer de Barcelona. Ella se había sometido a muchas operaciones, no de trasplante de corazón pero sí por una inflamación de las arterias. Tiene una cicatriz en el pecho, vi esa imagen... me inquietaba y hablé con ella. Nos pasamos un montón de audios hablando de ‘oye, ¿cómo te sientes? ¿Qué sentiste al despertarte? Cuéntame esas sensaciones posteriores’. Esa incertidumbre de meterte en una camilla, no saber si vas a sobrevivir y despertarte con una cicatriz en el pecho me parecía como muy explosiva. Empecé a jugar con la idea, busqué algo más reconocible, un trasplante, y la del cuco. Quería escribir una historia muy relacionada con la naturaleza desde hace tiempo y la idea de convertir las costillas en una especie de jaula y ese pájaro que tiene un comportamiento perturbador hacía que todo comenzara a cobrar sentido.
Entiendo que no te surge la idea y te pones a escribir tal cual. Te imagino casi con la pizarra de las películas con post-its y cuerdas...
[Carcajada] No pongo cuerdas, porque es muy aparatoso, pero tengo una pizarra blanca magnética y ahí pinto. Me he comprado unos post-its muy curiosos porque son magnéticos. Escribes ahí lo que quieras, los pegas, los puedes mover... Lo planifico todo mucho y luego lo paso al ordenador. Cuando ya tengo todo muy desarrollado empiezo a escribir.
¿Qué es lo que te lleva más tiempo?
Escribir. La parte de planificación es muy importante pero es como muy juego. Escribir es sufrir, ¿eh? Es sentarte a decir ‘quiero contar esto, vamos a tocar heridas, buscar recuerdos propios, cosas que te han marcado’. Si estás en un capítulo que el personaje tiene miedo, revisitas los tuyos. Es una parte dura y larga, y luego la de pulirlo todo mucho. A lo mejor una primera versión de mi novela tiene 160.000 palabras e intento siempre dejarla en unas 100.000. Soy muy duro conmigo.
¿Tienes rutinas? ¿Eres disciplinado?
Intento serlo. Antes lo era más porque no tenía niños. Ahora dos y un tercero en camino y la logística es más complicada. Por la mañana los llevo al cole y cuando vuelvo me pongo a escribir. Lo que hago siempre en el primer momento es revisar lo escrito el día anterior y me pongo con lo que había dejado aparcado. A eso del mediodía paro y, antes de que lleguen los niños, planteo lo que voy a escribir al día siguiente. Por la tarde suelo hacer una primera revisión. Y en la parte de planificación, me tiro al suelo, miro la pizarra, busco artículos, busco en internet, navego por Google Street View...
En tu currículum pone que estudiaste Empresariales, un master en management... ¿Cómo has acabado siendo escritor?
Le podría dar la vuelta a esa pregunta: ¿cómo un niño que amaba escribir acabó estudiando Empresariales? Tristemente, nos pasa a mucha gente. Renunciamos a pasiones por profesiones y eso hace que luego las profesiones no sean pasiones. Yo tuve la suerte, una carambola del destino, de no dejar mi pasión. Era como mi hobby y, como me gustaba tanto, no lo abandoné. Eso me sirvió para jugar, para practicar, para divertirme escribiendo. Cuando dije ‘voy a escribir una novela divirtiéndome’, que fue El día que se perdió la cordura, explotó todo. Todos deberíamos alimentar las pasiones de los otros o, al menos, no frenarlas.
He tenido mucha suerte. He tenido ese acompañamiento. Mis padres eran muy prácticos, ‘hay que ganar dinero, hay que ayudar en casa’, que es totalmente normal, pero durante mucho tiempo yo decía ‘hago esto, pero no estoy feliz’. Ahora, escribiendo, cuando se acercan los meses de entrega, hay días que me levanto a las 5:00 y me acosté a las 2:00, duermo tres horas, y no me cuesta. Cuando lo haces con pasión no te cuesta.
¿Cómo estás viviendo este boom que está siendo La chica de nieve?
Muy ilusionado, sorprendido, agradecido por la acogida. Sabíamos que la historia era buena, que se había adaptado con muchísimo cuidado, intentando hacer la mejor serie posible, todos trabajando en equipo. Ha sido muy bonito, todo el mundo queriendo aportar lo mejor de sí mismo, un talento descomunal... El resultado no lo puedes controlar (es un algoritmo y es la gente hablando), pero estamos todos flipando.
¿Te imaginabas los personajes así? ¿Cómo es ese choque para un escritor de verlos en carne y hueso?
Muy curioso. Por ejemplo, en el caso de Milena Smith no tenía una imagen formada, más una nebulosa: una mirada, una actitud... Tenía unos ojos, una figura de una mujer con mirada frágil y agresiva al mismo tiempo. Cuando me decían ‘vamos a buscar una actriz para hacer de Miren’, yo decía ‘no conozco a ninguna que me encaje’. De repente, me enseñaron a Milena, que no la conocía en ese momento y fue como ‘Dios mío, no me lo puedo creer. He escrito un personaje que es una persona que ya existe’. Todavía no había salido Madres paralelas pero ya estaba fichada...
Era chica Almodóvar...
Y fue superfácil. Y tener a José Coronado es un sueño. Aparece en pantalla, dice una frase y dices ‘¿cómo puede actuar tan bien este hombre?’.
La pregunta que más te harán: ¿va a haber una segunda temporada?
Ojalá que sí. De momento estamos disfrutando este megaboom. Eso al final depende mucho de métricas, ratios... Lo bueno es que ya hay una historia que continúa eso, El juego del alma, y es justo donde termina La chica de nieve, así que ojalá que sí. Historia hay, deseo hay, ojalá el público siga respondiendo y que tengamos una luz verde.
También ha habido alguna reacción de padres a los que les está tocando especialmente. Laura Escanes, por ejemplo, puso en Stories que se había hinchado a llorar. ¿Te están haciendo estos comentarios?
Sí. La escena inicial de La chica de nieve, a cualquiera que sea padre o tenga niños cercanos, sabe que es la mayor pesadilla que puede tener uno. La idea de la novela era convertir el momento más feliz del año, el de Acción de Gracias en Nueva York [la cabalgata de Reyes en la serie] en la mayor pesadilla posible. Y no solo eso, sino en una tortura. Es verdad que si tienes niños es horrible, pero hemos intentado hacerlo como muy real, que la gente lo sienta, porque es un thriller muy dramático y es lo que lo hace muy distinto.
Eres escritor de thriller... ¿te ves cambiando de género, probando otro?
Como vengo de escribir cuentos cortos, tengo un montón de ideas de muchos géneros, pero creo que controlo bien esas herramientas del thriller y me manejo muy cómodo. Pero en algún momento lo haré, me apetece. Ahora mismo estoy escribiendo un libro infantil para mis peques, que cuando lo termine a lo mejor intento buscar editorial.
¿Lees mucho?
Un montón. Cada vez tengo menos tiempo para leer cosas que no tienen que ver con lo que escribo. El último que he leído es Esperando al diluvio, de Dolores Redondo; Indira, de Santiago Díaz; me gusta mucho el último de Máximo Huerta...
¿Y cómo les inculcas a tus hijos el gusto por la lectura?
Hay dos trucos. El primero, que te vean a ti leer. Somos todos ejemplo. Flavita Banana, ilustradora, tiene un post buenísimo sobre eso. Y compartir ese momento con ellos, que se convierta en algo bonito. Todas las noches mis niños me piden un libro, porque desde que eran muy pequeñitos nos tumbábamos en la cama todos y leíamos. Y a lo mejor lees un capítulo de Alicia en el País de las Maravillas, que es impresionante, o las aventuras de Pepe y Mila.
Empiezas con El Pollo Pepe y vas ganando terreno... las 21 palabras más rentables de la historia, creo que son. Luego intentas convertir los libros en un juego, metes un Buscando a Wally... cosas que digan ‘¡qué chulo es abrir un libro!’.
“Sacrificaste” un trabajo estable por tu familia, por pasar más tiempo con ellos. ¿Qué balance haces?
Es impresionante. En realidad he cambiado un trabajo estable por una vida muy feliz. Al escribir tienes la ventaja de que puedes hacerlo desde cualquier lugar. Escribo en casa, cuando quiero paro para hablar con mis hijos... [Entre risas] Encima he cometido un error terrible, porque hemos puesto la casa a nuestro gusto y la puerta de mi despacho es de cristal, ¡no solo me ven, sino que cada media hora aparece uno saludando! O ‘ven, papá, a jugar’ y a eso no se le puede decir que no. ¡Tenía que haber puesto puerta opaca con candados!
Hablando de tu familia, llevas 18 años con tu pareja [la influencer Verónica Díaz, Just Coco]. ¿Cuál es el secreto de una relación duradera?
Admiración. Siempre la he admirado muchísimo, es supercurrante. El respeto. Divertirte cada día. Saber pedir perdón. Hay mucha gente que no se pone en el lugar de la otra persona y eso hace que la relación se tuerza. Ser normal... en realidad es tener los pies en el suelo. Al final es una carrera a largo plazo, no todo es perfecto. Yo tengo una apuesta con mi mujer que es que todos los días tengo que hacerla reír una vez.
Ella es influencer, tú también eres muy activo en redes. ¿Qué es lo mejor y lo peor que os ha dado esta exposición?
Lo mejor, sin duda, es que te permite conectar con gente increíble. Hay una concepción de que las redes son malas, pero detrás hay gente maravillosa. Hay quien obviamente está aburrido y quiere hacer daño, pero por mi experiencia, el 99,9999% es gente normal que lo único que quiere es saber cómo escribes o de ti. No posteo mucho pero donde sí estoy es en los mensajes directos y me encanta. Hay veces que digo ‘he hablado más con alguna de esta gente que a lo mejor con algunos conocidos que tengo en WhatsApp’. Forma una relación con la gente preciosa. Y lo malo, el sometimiento un poco al algoritmo.
¿Ningún día os habéis llevado un disgusto o habéis dicho ‘para qué habré subido esto’?
Mmm... no. Ha habido alguna cosa de decir ‘a lo mejor me he equivocado’ y he pedido perdón. Es lo que decíamos antes, si te equivocas, pides perdón, no pasa nada. Pedirle perdón a medio millón de personas es sano.
Al Javier de hace muchos años le llegan a decir ‘vas a dedicarte a escribir, estar casado con una influencer, tener una casa de ensueño y niños maravillosos’...
¡Te digo ‘¿donde hay que firmar?’! Recuerdo de adolescente decía ‘ojalá ser escritor de mayor’, pero te encuentras de bruces con la realidad. Te dicen ‘un trabajo pronto’. Me apunté a un ciclo formativo pero no me aceptaron porque vivía lejos, así que estudié Empresariales, que era una carrera corta de tres años. Terminé y empecé a trabajar en un banco, luego me aceptaron en un máster... Fue todo tan incontrolado que me fue llevando la vida por ahí. Y a lo mejor escribo como escribo por haber pasado por ahí.
Al poner tu nombre en Google...
[Riéndose] ¡Sale Poty, el coreógrafo [se llama igual]!
¡También! Pero sugiere ‘¿cuánto dinero tiene Javier Castillo?’. Ya lo contaste en La Resistencia, pero fuiste aplaudido por decir "y todo tributado en España".
Es que el trabajo de escritor lo puedes hacer desde cualquier lugar del mundo. Paulo Coelho escribe desde Suiza, este hombre que ha vendido millones y millones de libros. Es muy importante estar conectado a las raíces. Yo he estudiado en una universidad pública, mi madre ha sido salvada mil veces por la sanidad pública. Me parece muy importante estar conectado con tu realidad. Para mí sería muy fácil vivir en Madrid o irme a Andorra. A mí me gusta estar con mi abuela, que vive en Mijas, me gusta ver a mis padres. Eso, ¿cuánto dinero vale? El ver a mi abuela cuando quiero. Por mucho que diga ‘en vez de tributar al 50%, tributo al 10’ no va sustituir a mi abuela, a mis padres, a mis amigos.
¿Cómo se llega a vivir de la escritura? ¿Qué pequeño porcentaje llegáis a ello?
Soy consciente de que muy pequeño, me siento como un privilegiado absoluto. Creo que en España habrá como 100 escritores que de verdad gracias a los libros puedan ganarse la vida y a lo mejor 20 que viven muy bien. El resto tienen que complementar la escritura con charlas, con cursos, artículos en prensa... No sé cómo se llega, yo sé que he tenido una suerte increíble. A la gente le ha gustado lo que escribo por mil motivos distintos. No sé cómo se llega pero sin duda sé que tiene que ver con contar una historia original, de manera que la gente no pueda parar de leer y, yendo más lejos, que la quiera recomendar.
Además de ese libro para tus niños, ¿tienes más proyectos entre manos?
He empezado a escribir el tercer libro de la trilogía de Miren, que tiene título pero no lo puedo contar y ojalá me dé tiempo a publicar el año que viene.