Eva Sáenz de Urturi, la escritora superventas: "Puedo vivir muy bien de esto"
La novelista vasca, la más vendida en 2022, acaba de lanzar su última novela 'El Ángel de la Ciudad'.
Venecia es el escenario de El Ángel de la Ciudad, la nueva novela de Eva García Sáenz de Urturi, la escritora vasca más vendida en 2022 con El Libro Negro de las Horas.
Con ella paseamos por la plaza de San Marcos —"la más bonita del mundo" para ella—, curioseamos la librería Acqua Alta, atravesamos un abarrotado puente Rialto o nos acercamos hasta el museo Guggenheim para empaparnos de la atmósfera, del clima en el que discurre la nueva historia del inspector Kraken —personaje que apareció por primera vez en El Silencio de la Ciudad Blanca, novela traducida a más de 20 idiomas y que ha sido un superventas en Estados Unidos, Alemania, Argentina o Brasil—.
“He buscado la magia de Venecia, he buscado la parte artística, obviamente, pero también la parte oculta y la parte que le diese el tono adecuado a la novela. Todas las novelas tienen una energía, un tono... Las anteriores novelas de Kraken ya tenía un tono con Vitoria y el Barrio de las Letras de Madrid, y aquí, como quería llevar la trama a la falsificación de lienzos y pinturas... Venecia venía genial porque ya tenía los escenarios: las galerías, los museos y las callejuelas laberínticas”, explica.
Terminado el recorrido por la ciudad italiana, Sáenz de Urturi recibe finalmente a El HuffPost en el mítico Hotel Danieli y nuestro primer tema de conversación son las preciosas monturas que se pueden ver en las ópticas de Venecia. "Soy óptica y me gusta poner en valor mi profesión", advierte. "Yo creo que en todas las novelas me ha salido algún detalle óptico, no solo de monturas también desde el punto de vista sanitario. Si a Kraken le queman la cara tiene una quemosis...".
¿Has dejado totalmente el mundo de la óptica?
Me cogí excedencia porque puedo vivir muy bien de esto. Empecé a escribir con 14 años y siempre estuve formándome en escuelas de escritura, como la Escuela de Escritores de Barcelona. A la vez yo era óptica y me saqué plaza en la universidad. Publiqué la saga Los Longevos en 2012 y en 2014 saqué Pasaje a Tahití. Los hijos de Adán y ya me daba bien para cogerme excedencia en la universidad.
Eva, ¿y tiene algo que ver la óptica con la literatura?
Tiene que ver: haces ver mejor. Cuando eres óptico, entregas un objeto mágico que es la gafa y esa persona enfoca mejor y puede ver mejor. Con la novela pasa igual. Entregas el objeto mágico, que es el libro, y hace que veas mejor el tema que quieres tratar. Lo estás haciendo enfocar la realidad en ambos casos, trabajando con la realidad y la visión.
¿Y qué tema quieres enfocar en El ángel de la Ciudad?
En realidad, es una novela de redención. Ítaca es una delincuente que quiere dejar de serlo y es un baño de realidad porque no puede dejar de serlo. Ella quiere dejar de falsificar, pero es tan buena haciéndolo que en la vida real no puede borrar el pasado y el rastro que ha ido dejando con esas falsificaciones. Por eso la metáfora de la Venecia laberíntica de las callejuelas, de esas que ella no puede salir.
En la novela anterior ya se vio que Ítaca era una niña con altas capacidades y eso es un poco autobiográfico. A mí me pasó un poco lo mismo: yo destacaba en todo, tanto en la música, como en óleo, en pintar y en escribir. Todas las personas con altas capacidades tenemos esa parte creativa, aunque luego la gente me dice 'es que eres de ciencias y ahora te dedicas a las letras’. Es que ese es uno de los rasgos de las personas de altas capacidades: hacemos una carrera de ciencias, pero tenemos una parte humanista y una curiosidad humanista muy destacada. Yo podía haber hecho perfectamente historia... Yo no he distinguido nunca mi curiosidad entre ciencias o letras.
Tu interés por el arte viene entonces de hace mucho tiempo...
Yo cuando era niña iba a clase de óleo, acuarela, tinta china, carboncillo... y destacaba mucho. De hecho, era la pintora oficial de la familia y me tenían todos los veranos pintando cuadros de caza para la familia y había cierta explotación. Por eso he creado ese paralelismo con Ítaca. Hasta que con 14 años me planteé: ‘ya está bien de pasarme los veranos aquí encerrada copiando lienzos de caza’. Y siempre que he intentado pintar, me han explotado. Siempre que lo he mostrado, han intentado explotarme. Así que no digo que pinto bien y no muestro ningún retrato. Así que no pinto y eso que lo hago muy bien y me encanta... pero no quiero. Siempre ha habido una depredación del entorno y por eso Ítaca salió tan fluida porque esa es mi conclusión de vida. Ítaca es mi vida.
Ítaca ha ganado mucho peso en esta novela...
En la anterior novela la gente decía ‘se merece un spin-off, se come la novela...’. Nació ya muy grande. Como novelista es muy difícil hacer una segunda voz y que no canse, y cuando estudias teoría narrativa te dicen que solo hay dos novelas escritas en segunda persona y ya sobran. La segunda persona cansa mucho al lector, cansa mucho al cerebro. Y al escritor le agota emocionalmente porque cuando yo escribía sobre Ítaca a se me quedaba en el cerebro y me hablaba a mí misma en segunda persona. Es muy agitador y pienso que tiene que ver con que se activan distintos circuitos cerebrales...
Después de falsificar libros de horas y cuadros... ¿qué te planteas que pueda seguir falsificando?
Cuando acabe la gira me sentaré en el despacho y lo pensaré. La gira es demasiado intensa. Estoy acostumbrada a que la gente me pregunte por la siguiente novela que está sin escribir y es que no funciona así, la gira ya es suficientemente exigente como para que todas mis neuronas estén a ello y cuando acabe ya me sentaré en el despacho a pensar.
Para Unai, el personaje principal, esta es la novela más personal. ¿Es Venecia una metáfora del laberinto de la vida porque él va en busca de respuestas?
Unai tiene un patrón que nunca puede dejar un caso y más si tiene que ver son sus padres. Él no se va a quedar de brazos cruzados porque es superior a él, pero el precio que tiene que pagar es muy alto. Y él lo paga y lo asume porque es un tío maduro y coherente, y ese es su valor: coger un caso cuando puede perder mucho de lo que ya tiene en el terreno personal.
Además, ahora entra en juego la verdad de su padre...
Para él es un shock el ser huérfano de padre y madre, pero lo ha asumido bastante bien porque los abuelos han suplido esta carencia. El abuelo, Gael, está siempre presente porque considera que hizo una promesa a su hijo y les tiene que cuidar toda la vida, y él decide no morirse. Tendrá 120 años y seguirá cuidando de sus dos nietos. Él es así de cumplidor. Pero Kraken tiene siempre una gran hamartia, el efecto fatal que decían los griegos. El héroe trágico griego es el héroe que tiene un rasgo bueno pero exagerado, elevado a la máxima potencia y eso le trae a la tragedia. Y Kraken es un héroe trágico.
Esta noche estaba pensando... “Tienes que matar a tus seres queridos”, decía Hemigway. Cuando escribes una novela, los personajes que más quieres, a veces tienen que morir. ¡Qué putada entonces la muerte de Gael! Un tío que siendo tan joven que lo pasó tan mal con Ítaca, con su mujer que murií en el parto de su segundo hijo, que se queda con un huérfano de 5 años y un bebé... ¡Qué putada la vida de Gael! A los personajes les vas cogiendo cariño porque se quedan en tu cabeza. A los que quieres, se quedan ahí.
¿A quién quieres, Eva? ¿A qué personajes tuyos quieres?
Los longevos —la saga de La vieja familia y Los hijos de Adán— siguen ahí después de 12 años porque han sido un poco mentores de vida. Pero Leonor de Aquitania —la protagonista de la novela con la consiguió el Premio Planeta en 2020— es una de las mejores mentoras: era una gran política, una gran estratega, una tía muy fuerte y que tenía mucha cintura... Toreó lo suficiente como para ser reina de Francia, irse después con el peor enemigo del rey de Francia, ser reina de Inglaterra y cuando se puso en contra del rey de Inglaterra, volver a ser aliada de su ex, de quien se había divorciado, y que él acogiese a los hijos del rey de Inglaterra, su peor enemigo, y a Leonor cuando ya estaba casado con su cuarta mujer en la corte de Francia. ¡Eso es cintura! A Leonor es muy bueno tenerla en la cabeza. En algunos momentos de la vida me planteo ‘¿qué haría Leonor de Aquitania o qué haria Kraken?