¿Es Eurovisión un festival político?

¿Es Eurovisión un festival político?

La victoria de Ucrania tras el inicio de la invasión rusa aviva las críticas de aquellos que consideran que el certamen se ve siempre influido por algo más que criterios musicales

La banda ucraniana Kalush Orchestra, ganadora de Eurovisión 2022AFP via Getty Images

En los años cincuenta, a Europa aún le sangraban las heridas abiertas de una guerra que había devastado a todo el continente. En ese clima de dolor y deseo de olvido, la Unión Europea de Radiodifusión (UER) decidió poner en marcha un concurso de música que sería transmitido simultáneamente en todos los países de la unión. Así nació el festival de Eurovisión, el programa musical más famoso del continente que, casi setenta años después, se mantiene como un referente de la televisión y seña de identidad cultural de la Europa moderna. 

La primera edición del Festival de Eurovisión se celebró en la ciudad de Lugano (Suiza) el 24 de mayo de 1956. Siete cantantes de distintas nacionalidades participaron en dicha cita. El país ganador fue el anfitrión, de la mano de Lys Assia y su mítico Refrain. A partir de ahí, edición tras edición, el festival fue ganando fama y más países se animaron a participar. Desde su nacimiento, el concurso ha forjado su propia leyenda de show kitsch y extravagante para unir culturas y lenguas. Sin embargo, a lo largo de sus 67 años de historia, son también muchas las batallas políticas que se han librado en el tablero de juego eurovisivo.

De un modo natural y hasta identitario, Eurovisión siempre ha tenido un carácter político. No sólo nació al calor de las brasas de una cruenta guerra, sino que su propia historia es fiel reflejo de los cambios sociales y culturales que se han ido sucediendo el viejo continente durante más de medio siglo. "Se debate sobre si el festival nació con el propósito político de promover la interacción europea en un tiempo convulso o si fue para promover el desarrollo tecnológico de las corporaciones públicas de televisión. Históricamente, es más acertado hablar de lo segundo. Pero de una manera casi inmediata, el festival adquirió una dimensión política explícita para favorecer la integración europea y los proceso de unidad supranacional", explica a El HuffPost Antonio Obregón, profesor de Derecho Penal y Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas.

La aplastante victoria de Ucrania el año pasado, con la banda Kalush Orchestra y su canción Stefania, ha reavivado el eterno debate sobre si en Eurovisión influyen más factores que aquellos estrictamente musicales. Tradicionalmente, se ha entendido el concurso como una suerte de certamen de música ligera donde la política y las alianzas vecinales corrompen la neutralidad de su competición. Los 631 puntos recibidos por Ucrania el pasado año, semanas después de iniciarse la invasión rusa en su territorio, se interpretaron como un mensaje de apoyo y solidaridad de Europa hacia el pueblo ucraniano, pero también como la demostración palpable de que el concurso puede estar sujeto a variables muy diversas. 

Lo cierto es que la victoria de Ucrania en Turín 2022 no es una excepción. Muchas veces, el propio festival se ha utilizado como altavoz para propagar mensajes políticos o para reivindicar identidades nacionales y regionales. En El HuffPost hacemos un repaso a esas guerras eurovisivas que han marcado para siempre la propia historia del festival.

Rusia, el 'maligno' participante en Eurovisión 

Hasta su expulsión el año pasado por iniciar la guerra con Ucrania, Rusia siempre ha estado envuelta en polémicas eurovisivas. Ya en 2009, Georgia fue descalificada después de presentar una canción titulada We don't wanna put in, que fonéticamente en inglés parecía decir 'Nosotros no queremos a Putin'. Precisamente, ese año el certamen se celebraba en Moscú y los anfitriones elevaron una queja para forzar a que los georgianos cambiaran de canción. Ellos se negaron y finalmente fueron expulsados por la organización por violar el artículo 9 de las reglas, que prohíbe usar en las canciones letras, discursos o gestos de naturaleza política.

Los países del este que durante años permanecieron bajo dominio soviético suelen otorgarle muchos puntos a Rusia en el festival. De hecho, los tres países que más le han votado desde su debut en 1994 (Estonia, Letonia y  Bielorrusia) pertenecieron, como Ucrania, a la antigua URSS. Pero dentro de este claro favoritismo, las discordancias y negativas a su influencia heredada han sido evidentes en varias ocasiones. Un claro ejemplo fue el festival de 2002. En ese año, cuyo país anfitrión fue Estonia, las tradicionales postales que preceden a las actuaciones se basaban en conocidas fábulas. Cuando le tocó actuar a Rusia, en la postal se podía ver a un hombre soltando un pequeño pez dorado en un río con el rótulo «Libertad». Algunos interpretaron esa pieza como un mensaje velado del país organizador: Estonia era un país pequeño, sí, pero al fin libre de los rusos.

La 'batalla' de Rusia con Ucrania también se ha librado de forma insistente en Eurovisión. En 2014, semanas después de la invasión de Crimea, el tradicional reparto de puntos entre los países del este no quedó mermado con este 'incidente'. Los rusos otorgaron siete puntos a Ucrania y ellos respondieron con otros cuatro. Sería, sin embargo, el último gesto 'amistoso' reseñable. En 2016, Ucrania ganó el festival con 1944, un tema que denunciaba la deportación de los tártaros de Crimea ordenada por Stalin durante la Segunda Guerra Mundial. Pese a su evidente connotación política, la UER dio luz verde a su participación en Eurovisión y, gracias a la prodigiosa actuación de Jamala, Ucrania sumó su segundo triunfo. 

  Jamala, con el micrófono de cristal tras ganar Eurovisión 2016Getty Images

Al año siguiente, el festival se celebró en Kiev. Rusia se abrió a participar pese a la hostilidad del país anfitrión, aunque Ucrania se opuso frontalmente a permitir la entrada en su territorio de Julia Samoylova, la representante designada por Rusia como abanderada. Pese a los esfuerzos de la UER pero tender puentes y buscar una solución que no dañara la imagen reputacional del concurso, Rusia acabó cediendo y se retiró del concurso. Volvería cuatro veces más, hasta que la UER decidió suspender la condición de miembros activos de su club a las televisiones rusas tras el inicio de su invasión a Ucrania.

Armenia - Azerbaiyán: un conflicto "olvidado"

Armenia y Azerbaiyán protagonizan actualmente una de las relaciones más crispadas de todo el festival de Eurovisión. El origen político de su enfrentamiento es la disputa que ambos países mantienen desde hace décadas por la región del Alto Karabaj. Antes incluso de que los azeríes participaran en el certamen, la enemistad con sus vecinos ya se puso de manifiesto cuando en 2006 presentaron una queja oficial a la organización porque la web del festival indicaba que el lugar de nacimiento del representante armenio era precisamente el Alto Karabaj. Como resultado de esta protesta, los organizadores decidieron borrar ese dato del perfil del cantante.

Con los dos países en competición, la rivalidad es ya total y va más allá de cualquier duelo musical. Durante la primera semifinal de 2009, la «postal» de introducción de Armenia mostraba entre otros monumentos característicos del país una estatua situada en el Alto Karabaj. Esto provocó que de nuevo Azerbaiyán protestara y finalmente el videoclip fue editado para la emisión de la final. Sin embargo, la portavoz de Armenia, a modo de reivindicación, mostró una carpeta forrada con la foto del monumento mientras daba sus votos. Esa misma imagen, además, se podía ver de fondo mientras se producía la votación.

  La portavoz de Armenia, durante las votaciones de Eurovisión 2009Eurovisión

Pero ese no fue el único enfrentamiento de aquel año entre ambos países. Días después del certamen, 43 ciudadanos azeríes fueron interrogados e insultados por votar a la «enemiga» Armenia en Eurovisión. En declaraciones a la BBC, uno de los afectados señaló que la policía le preguntó bajo una gran presión, fue insultado y recibió el calificativo de «antipatriota». La UER, ente organizadora, investigó lo sucedido pero no impuso ninguna sanción.

En 2011, Azerbaiyán ganó el festival gracias al dúo Elli & Nikki y la canción Running Scared. Como consecuencia de su victoria, el festival del año siguiente se celebró en Bakú. Sin embargo, Armenia decidió retirarse para no viajar al país vecino pese a que en un principio había confirmado su participación.

En 2013 ambos volvieron a coincidir pero no se dieron ningún punto entre sí. De hecho, Armenia sólo le ha otorgado a Azerbaiyán dos votos en la semifinal de 2008 y uno en la final de 2009. Los azeríes jamás se han acordado del país vecino en sus puntaciones.

La representación armenia ha intentado en varias ocasiones usar el festival como altavoz político. En 2015, la organización obligó a la delegación a modificar la letra e incluso el título de su canción Don't deny (No lo niegues) al verse como una alusión a la masacre otomana de armenios durante la Primera Guerra Mundial, que Turquía niega que fuera un genocidio. Y en 2016, su representante Iveta Mukuchyan exhibió ante la cámara en pleno directo la bandera de Nagorno Karabaj. Tras ser reprendida por el certamen, la cantante dijo que sólo buscaba "pedir la paz" en la zona. No lo consiguió: los últimos capítulos violentos entre ambos países impidieron a Armenia participar en la edición de 2021 y el pasado otoño Azerbaiyán no acudió como participante a la edición del formato junior celebrada en Ereván. 

  La representante de Armenia 2016 muestra la bandera del Nagorno-Karabakh

Pese a esta gran hostilidad, la UER nunca ha sancionado a los dos países ni han sido retirados de la competición, como sí ha ocurrido con Rusia. Una contradicción que Obregón explica por la diferente repercusión de ambos conflictos. "La concepción de la invasión rusa de Ucrania desde el punto de vista internacional ha concitado una condena casi unánime. Sin embargo, en el conflicto armenio-azerí no es tan evidente cuál de las dos partes tiene la razón. Por eso, la UER no ha intervenido con la misma claridad", señala.

Israel, la eterna polémica

Tras los trágicos incidentes ocurridos en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972, Israel fue invitada a participar en muchos eventos internacionales y uno de ellos fue Eurovisión. Su debut se produjo en 1973 con la cantante Ilanit, que durante su semana en Luxemburgo estuvo rodeada de unas férreas medidas de seguridad (incluso se contó durante décadas que en su actuación llevó un chaleco anti-balas bajo su vestido, aunque tiempo después ella misma lo desmintió)

Los países árabes, que también pueden participar en el festival ya que están dentro de la red de la UER, no vieron con buenos ojos la entrada de Israel en la competición. En 1977, Túnez planificó su debut y, pese a haber estado presente en el sorteo de actuación, semanas antes del festival abandonó por la presencia del país hebreo.

En 1978, Israel ganó con Izhar Cohen & Alphabeta y su popular canción A-Ba-Ni-Bi. Durante su interpretación, la mayoría de las televisiones árabes emitieron publicidad impidiendo que sus espectadores pudieran ver la actuación. Cuando Israel comenzó a erigirse poco a poco como la ganadora durante las votaciones, muchas de ellas también decidieron cortar la emisión. Los jordanos, incluso, llegaron en sus informativos a proclamar a Bélgica (segunda aquella noche) como la ganadora del festival.

En 1979, como consecuencia de su victoria el año anterior, el festival se celebró por primera vez en Jerusalén. Hasta entonces, Turquía siempre había participado el festival pese a la presencia de Israel. Sin embargo, ese año y como protesta por una crisis del petróleo, los turcos abandonaron el concurso pese a tener ya artista y canción designados.

En 1980, el festival se celebró en La Haya. Los organizadores eligieron una fecha para la final que coincidía con una festividad religiosa judía, por lo que Israel no participó pese a ser la vigente ganadora. Esa situación la aprovechó Marruecos para estar presente por primera vez en Eurovisión con Samira Bensaid y la canción Bitakat hob. Su pésimo resultado y el regreso de Israel al año siguiente fueron para los marroquíes razones más que suficientes para abandonar y no haber vuelto a participar desde entonces.

Pero los desaires de los países árabes hacia Israel se han mantenido incluso en las últimas ediciones. En 2005, Líbano eligió por primera vez canción y cantante para Eurovisión. Sin embargo, poco después anunciaron que no tenían intención de emitir la actuación israelita al no reconocerlo como Estado. La UER advirtió al país que sólo podrían participar si se comprometían a emitir el festival al completo, por lo que finalmente declinaron la invitación y no llegaron nunca a debutar.

El eterno enfrentamiento con el pueblo palestino también tuvo su reflejo en la edición de 2019, celebrada en Tel Aviv. La banda islandesa Hatari mostró una bandera palestina durante el momento de las votaciones y Madonna aprovechó su actuación como invitada para colar las banderas de los dos países en la espalda de dos bailarines que se daban la mano. La televisión israelí llegó tarde a la censura de dicha imagen, que acabó siendo vista por todos los espectadores. 

  Actuación de Madonna en Eurovisión 2019

Países balcánicos: la construcción de una nueva Europa

El caso de los países balcánicos explica muy bien la instrumentalización de Eurovisión por parte de los regímenes políticos para obtener una cierta homologación con el resto de países europeos. "Algunos estudios consideran incluso al festival como un detonante más de la guerra de los Balcanes", señala el profesor Obregón. "En 1989, la victoria la obtuvo Yugoslavia con la banda de origen croata Riva. Como manda la tradición, el festival debía celebrarse el año siguiente en territorio yugoslavo. Pero hubo una enorme discusión entre los serbios, que querían que fuera en Belgrado, y los croatas, que optaban por Zagreb. Sería desmesurado pensar que ese fue el origen de la guerra, pero el enconamiento que hubo a la hora de determinar la sede de festival evidenció la tensísima situación en la que ya se encontraba por entonces Yugoslavia", asegura. 

En 1993, con el país ya desintegrado, la UER permitió la entrada de tres países nacientes de dicha división: Eslovenia, Croacia y Bosnia-Herzegovina. La situación en la que Bosnia participó en esa edición de Eurovisión es un claro reflejo de la tragedia por la guerra que se vivía por entonces. Debido a los continuos cortes de luz, la canción del intérprete tuvo que grabarse en Bosnia con un generador auxiliar. Además, los dos miembros masculinos del coro formaban parte del Ejército y sólo obtuvieron un permiso de varios días para abandonar el cuerpo uniformado. Después del festival, tuvieron que volver a filas.

Pero sin embargo, lo más peligroso fue salir del aeropuerto de Sarajevo, que se encontraba bajo fuego serbio constantemente. El primer despegue no tuvo éxito, aunque en el segundo intento finalmente pudieron volar y poner rumbo a Irlanda. Días después, seis personas murieron en la misma intentona. No llegó sin embargo a Millstreet el director de orquesta, por lo que un irlandés tuvo que dirigir a la banda para la actuación de los bosnios. En la final, ocuparon el puesto número 16 con 27 puntos. Croacia fue el mejor situado de los tres al acabar en el decimoquinto lugar mientras que Eslovenia concluyó vigésimo segundo.

Serbia quedó desde entonces bloqueada en Eurovisión y no pudo participar en el certamen hasta 2004, cuando cambió la descripción de la República Federal de Yugoslavia a la confederación de Serbia y Montenegro. Sin embargo, su alianza duró poco ya que en 2006 el bloque serbio no aceptó que la propuesta montenegrina hubiera ganado la preselección y fuera a representar a la confederación. Los espectadores incluso llegaron a tirar botellas tras la gala y la situación se volvió muy violenta. Finalmente, no participaron. El 21 de mayo de 2006, un día después de celebrarse el festival, se decidió por medio de un referendo que Montenegro sería independiente. Ambos volvieron al concurso como países independientes al año siguiente y Serbia se proclamó ganadora.

  La serbia Marija Serifovic, ganadora de Eurovisión 2007Johannes Simon

Pese al capítulo bélico, los países exyugoslavos suelen votarse mucho entre sí en el festival. De hecho, Montenegro otorgó sus 12 puntos a Serbia en la primera edición en la que ambos concursaron tras la separación.

Grecia-Turquía, enemigos íntimos

Grecia y Turquía son dos países aferrados a una enemistad histórica, que se remonta a los tiempos del Imperio Otomano, y que ha dejado a ambos más de una vez al borde de la guerra en el último medio siglo. Sus diferencias políticas también se han escenificado en el festival de Eurovisión.

En 1974, cuando Grecia participó por primera vez en el festival de Eurovisión, Turquía invadió el norte de la isla de Chipre. Al año siguiente, los turcos pidieron su entrada en el certamen y Grecia decidió retirarse para no competir contra su enemigo. En 1976 y 1977, las tornas cambiaron: Grecia volvió y Turquía decidió retirarse. En 1978, finalmente, ambos países participaron aunque no se otorgaron votos hasta 1988, cuando Turquía le concedió dos puntos a Grecia. Los helenos no les devolvieron el favor hasta 1997, cuando premiaron con siete puntos a la canción Dinle.

En los últimos años, Grecia y Turquía han mantenido una actitud más amistosa y se han entregado puntos en varias ediciones. Ambas, además, se han abonado al top10 del festival e incluso cuentan con una victoria en la primera década del siglo XXI: Turquía con Sertab Erener y la canción Everyway that I can en 2003 y Grecia con Helena Paparizou y su My number one en 2005. En ambos triunfos, hubo reparto de puntos entre ellos. Los helenos otorgaron siete puntos a Sertab Erener en 2003 y los turcos incluso le dieron la máxima puntuación, 12, a Paparizou en su victoria en el festival de Kiev.

  La turca Sertab Erener, ganadora de Eurovisión 2003Getty Images

Desde 2013, Turquía no participa en Eurovisión al considerar que el festival no promueve los valores que el gobierno de Erdogan defiende en el país, una postura que también llevó a la Hungría de Viktor Orbán a 'borrarse' del concurso en 2020. Un claro ejemplo de que, pese al carácter apolítico del festival, Eurovisión es un escaparate de libertades, tolerancia y reivindicación de las diversidades. "El certamen no esconde la promoción de unos determinadores valores como la igualdad, la equidad o la inclusión que algunos socios han rechazado a través de su abandono", concluye Obregón.

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Licenciado en periodismo por la Universidad Carlos III. Actualmente, es jefe de política en El Huffington Post, tras nueve años como coordinador en ABC, cuatro como director digital en el grupo COPE y seis meses en Mediaset. Puedes contactar con él en javier.escartin@huffpost.es